Una intrusa, un problema

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Los destellos de la luz inundaban la habitación, haciéndome abrir mis ojos, y ahí estaba durmiendo, mi bello Santiago. El sol resaltaba los delicados lunares castaños de su cabello oscuro, y las largas pestañas que cubrían sus ojos, lo único que me prohibía admirar su cuerpo era la delicada sabana que nos cubría del frío de la madrugada. Introducí mis manos en su largo y suave cabello, me acerqué, y al notar que aun tenía mi perfume en su piel esbocé una sonrisa. Besé sus labios y me monté en su abdomen, dejando caer las sabanas blancas que ocultaban mi desnudes, sentí como mordía mis labios con aún los ojos cerrados y su sonrisa encantadora de un millón de dolares


-Buenos días, mi amor- me susurró separando el beso y acariciando mi espalda desnuda

-Buenos días, mi príncipe- le respondí sonriendo


Jugaba aún encima suyo con su nariz, hasta que decidí jugar a besar cada uno de los lunares de su abdomen y su espalda, los cuales le daban cosquillas. Bajaba por su cuello, sonriendo por cada risa que soltaba, hasta que me volteó y se puso arriba mío


-Vamos a desayunar mi reina- susurraba enlazando mis manos a las suyas.

-Me pongo algo encima y te acompaño- Dije, para luego morder con suavidad sus labios.

-Te espero- respondió mientras acomodaba su pantalón de pijama que se le caía, y se levantaba hacia la cocina.


Me quedé sola en la habitación, dispuse a levantarme y a ocultar mi desnudes con una bata y a hacerme una coleta. Mirándome al espejo sonreí al recordar el romántico encuentro de anoche con Santiago, miré mí anillo de compromiso y en mí mano el tatuaje de una corona de una reina y volví instantáneamente a sonreír.


Camine hasta la cocina y me recosté en el marco de la puerta a admirar a mi marido con una camisilla y pantalones caídos, cubriendo los tatuajes de su pierna y dejando ver el de su espalda hasta su nuca que decía "Santiago Crouce" y debajo de su nombre un lobo que el mismo había dibujado.

Me acerqué y acariciaba sus hombros despacio y empezaba a besar su nuca con suavidad


-Te amo- le susurré al oído


Volvía a sus labios esa sonrisa encantadora, apagó los emparedados que estaban sobre el encendedor y me cargó mientras me daba vueltas


-También te amo mi amor- me respondió mientras me bajaba y procedía a besar mis labios


Junté nuevamente mi mano con la suya y la besé en su tatuaje de la corona de un rey, que se unía con la mía y enlacé nuestros anillos de compromiso.

Tomé el plato de emparedados junto con los vasos de jugo de naranja, y al terminar los llevé a la cocina. Al empezar a lavarlos sentí que unas manos fuertes se aferraban a mi cintura y sus caderas se acercaban más a mí, sonreí y seguí lavando los platos. Al terminar me volteé y lo primero que vi fueron los ojos verdes que me seducían, pero una llamada en mi celular rompió el contacto, vi la pantalla y era mi mejor amiga, Angela


-Lucía Victoria Martinez ¡¿QUÉ HACES QUE NO LLEGAS A LA UNIVERSIDAD?!- Me gritaba mi mejor amiga en el teléfono

-Consintiendo a mi marido- le respondí, mirando picaramente a Santiago-Pero ya salgo para allá

-Apresúrate tonta, que tenemos clase temprano- dijo, luego me colgó 


Le sonreí al teléfono y me fui corriendo a bañar. Arreglé un poco mi cabello y me puse un jean apretado con tacones y una blusa con un suéter arriba, volteé y estaba Santiago relajado y despeinado acariciando su barba mientras me veía apurada por lo tarde que iba a la universidad, me acerque y me senté en sus piernas


-¿No irás hoy?- Le susurré mientras acariciaba suavemente su escasa barba

-Tengo clases tarde, y al parecer tu llegarás muy tarde- me sonreía como un niño pequeño, mientras sus manos jugaban bajo mi suéter

-Es cierto- me reía mientras quitaba sus manos de mi suéter, -mucho cariño por esta mañana- dije levantándome de sus piernas y dándole un casto beso en los labios

-Chao mi amor- Se despedía mi despeinado marido


Al llegar a la universidad en la entrada estaba Angela totalmente preocupada y furiosa por mi llegada tarde,me acerqué a paso rápido sonriendole, besé su mejilla y le guiñé el ojo mientras corría a el salón.


Al terminar la exposición, me dirigí al receso, y estaba sentada hablando con Angela de una salida de campo a las afueras de la ciudad, pero mi vista se distrajo cuando entró Santiago con sus pantalón negro el cual era mi favorito su correa que tenía marcado "Crouce" su camiseta blanca bajo su chamarra, su cabello aún mojado y despeinado resaltando su collar que tenía en su amuleto el número 10 su preferido.

 Al ser principio de semestre podía notar todas las chicas que se morían por el, me sentía algo celosa, pero cuando me vió sentía que en su mundo solo estábamos los dos, nuestra conexión se cortó cuando una rubia se puso frente a el, con una falda atractiva blusa sin mangas, cabellera rubia perfectamente ondulada y piel blanca, entrecerré mis ojos y ahí la vi, era mi hermana, Rebeca, la que siempre estuvo enamorada de el.










Enamorados y enredadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora