Maldita sea

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Mi cabeza dolía demasiado, me senté en la cama y frote mis ojos ya irritados de tanto dormir, cuanto he dormido?, a mi mente se vinieron los recuerdos de la charla con Santiago y una sonrisa brotó de mis labios, caminé descalza sintiendo el frío de la madrugada, no había nadie en la casa de Santiago así que me fui a duchar.
El agua tibia le hacia bien a mi cuerpo afectado por el frío de la mañana, me envolví en una toalla, me sentía bien después del baño, descansada. Al salir del cuarto del baño me sorprendí al ver la silueta de Santiago sentado en un extremo de la cama algo sonrojado al verme en toalla, en su mano había un vaso de cerveza, lo cual me parecía raro ya que no tomaba cerveza de mañana. Ambos paralizados simplemente intercambiando miradas, yo rompí el contacto y me acerqué a él, sentandome en sus piernas y quitándole el vaso de su mano, acariciaba su cabello y ninguno de los dos decía nada, las palabras no hacían falta. El a pesar de que no sonreía ni me expresaba nada, no refutaba mi afecto, era buena señal, parecía cansado y pensativo, deje que mi mano bajara su mejilla y la acariciará, mi vista se centró en sus labios, estaban maltratados por el frío, deseaba besarlos, quería curarlo. Dejé que mis brazos se enlazaran en su cuello acercándome más a él y rocé con suavidad sus labios, con timidez a su expresión, sólo soltó un suspiro, como si esperara que hiciera eso hace mucho, Sonreí y volví a besarlo esta vez con más pasión aunque sin perder la delicadeza y suavidad, sus labios pasaban de ásperos y rotos a suaves y dulces, me empezaba a sentir incómoda con las piernas cruzadas sobre las de él aunque tenía la ligera ropa abajo, sus manos se aferraban a mi cintura con fuerza y posesión, sólo se separó a respirar y embriagarme con su aliento de cerveza, cuando menos los pensé ya el estaba encima mío mirándome detalladamente, y yo acariciando con suavidad su nuca

-Te necesito Santiago, y lo sabes- le susurré cerca de sus labios

El se mantuvo un momento perplejo y en silencio

-Seguramente también a Alejandro- dijo separándose y sentándose en un extremo de la cama

Frunci el seño y sujete con fuerza mi toalla

-Maldita sea! No entiendes que te amo? Que se que me equivoque? Lo sé soy estúpida- tomé un respiro - Todo el mundo se equivoca. Y tampoco te entiendo. Un día me odias y el otro me rescatas. Quién te entiende Santiago? porque al parecer hace 2 meses ya yo no lo hago, he tratado de pedirte perdón, pero parece que todo es imposible. Jodete Santiago en verdad, vete al carajo.

Con rabia me iba al baño, pero la mano de Santiago Me lanzó hacia él.

-Por qué duraste tanto en decir eso?- Me preguntó con una sonrisa seductora.

Me tomó por las piernas y me cargó hacia la cama lanzándome y besándome sobre mi, metiendo sus manos en mi toalla y acariciando mi espalda con suavidad, desatando mí sostén

-Te amo mí reina- me susurraba con dulzura

Enamorados y enredadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora