Encuentros

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-¡¿Portugal?!, por Dios está re genial ese viaje- Gritaba Angela

Reí y traté de evitar el tema -Antes de eso, mí querida amiga, debo lidiar con mi suegra- Comenté refunfuñando 

-¿Cuanto se quedarán?

-Aún no se sabe, alrededor de una semana, pero cada vez que ella viene se quiere quedar, y ahora que tiene a sus dos hijos en una ciudad tiene más razones. Y sobre Portugal, aún falta para las vacaciones si recién entramos en parciales- Dije mientras meneaba la botella de mí jugo 

-¿Eres consciente de que eres la única persona que deja de un lado el viaje por quedarse en una universidad como por la milésima especialización?

No pude evitar reír a carcajadas, sentía que me faltaba el aire y hasta golpeaba la mesa -A ver esta es mí segunda especialización, además no hay prisa, el lugar no se irá de ahí.

-Se que sólo es cuestión de que Santiago te haga una cara de perrito y ya vas armando maletas.

Sonreí y me levanté, besé la mejilla de Angela y me fui a clases 

-Por qué tanta prisa?- Me detuvo una voz extremadamente masculina, algo así como forzada

Levante la vista y ahí estaba Alejandro, maldije en voz baja y traté de seguir caminando pero el me perseguía

-Tranquila no te haré daño

Me detuve y lo miré, -¿Quien me lo asegura?

-Sabes que nunca lo haría, solo tenía rato de no verte.

-He estado ocupada

Cuando disponía a irme el insistía y agradecí a los cielos cuando uno de sus amigos lo distrajo para que yo me pudiera ir, corrí a mi clase y cuando llegué lancé un gran suspiro en el cual casi todos mis compañeros me miraban ¿Podía ser esto peor?.

El final de la clase podría ser lo mejor que me hubiera pasado en la vida, pero después cuando iba dispuesta a regresar a mi casa mis suegros estaban a un costado esperándome, Santiago no estaba, les miré extrañada y me acerqué, ambos besaron mis mejillas y me dieron una sonrisa, la de la mujer que acompañaba a mi suegro era forzada, y forcé mis puños.

-Y cuéntenme ¿que los trae por aquí?, hoy Santiago no tenía clases- dije amablemente 

-No veníamos por el, queríamos invitarte a almorzar, claro si no tenías otros planes- Dijo el señor Alberto

-¿Que celebramos?- pregunté sonriente

-No es pecado invitarte a almorzar- dijo Patricia

La sonrisa se me borró del rostro pero trate de que mis labios no fueran totalmente una linea recta, asentí y entré al auto luego de que el señor Alberto me abriera la puerta. No tenía ni idea de a donde íbamos pero debía admitir que ellos tenían un excelente gusto para restaurantes, la ultima vez que almorzamos ellos me llevaron a un restaurante campestre cerca de una casa que tienen a las afueras de la ciudad, esa fue la mejor carne que comí

-Y tus padres como van?- preguntó Alberto borrando mis pensamientos 

-Están bien,gracias por preguntar.-dije mirando la ventana, en verdad no sabia a donde íbamos 

Después de un rato y mientras revisaba algunos mensajes de texto el auto se detuvo y miré el grande establecimiento que nos esperaba, los dos señores de adelante se bajaron y yo también hice lo mismo, los seguí y me sorprendí al ver la hermosa fachada del restaurante, tenía toda su fachada como con hojas artificiales, se veía muy bonito, y una elegante enrramada era la puerta 

-No conocía este lugar- Dije confundida 

-Es nuevo-Dijo Alberto mirandome sonriente

-Entremos-dijo Patricia tomando mí mano, lo cual me extrañó demasiado.

Entramos al establecimiento, todo era muy lindo, pero estaba vacío, podría decir que estaba asustada.

-¿De quién es el lugar?- Pregunté aún más confundida

-Nuestro- Dijeron ambos sonrientes- Y de ellos- continuaron esta vez hablando más alto.

De la parte de atrás salieron mis padres con una sonrisa de oreja a oreja, ¿podía ser este día más extraño?, mí boca estaba abierta por el asombro, sin embargo no quería decir nada, necesitaba aire, agua, de todo, mis suegros y mis padres nunca se llevaron del todo bien, es decir cuando se juntaban era todo muy profesional, se acercaron y los abracé y besé sus mejillas

-¿Qué hacen acá?- Me digné a preguntar

-Pues te presentamos nuestro restaurante, es como la unión de las familias- Dijo mi padre orgulloso

-Así es, pues queremos hacer algo juntos y así por fin enlazar lazos de familia- Cuando terminó de hablar Patricia, llamó a un nombre que no pude retener y unos mayordomos salieron junto con personas que empezaron a poner una mesa en el medio del hermoso restaurante, pusieron un mantel blanco y empezaron a ubicar la comida en los diferentes puestos.

-Por favor, tomen asientos- Dijo sonrientemente mi madre 

Cuando nos sentamos se volvió a abrir la puerta y ahí entró Santiago, le fruncí el ceño y el rió, no sabía nada sobre esto y el no me comentó acerca de los planes de nuestros padres.

-Disculpen la tardanza-Dijo el quitando su chaqueta

Se encaminó a la mesa, saludo a sus padres y a los míos y se sentó a mi lado, tomo mí manó y yo lo solté casi inmediatamente, el insistía y me molestaba bajo la mesa tomando mi mano 

-Bueno todos elegimos por ustedes dos, esperamos que los guste- dijo el señor Alberto 

Ambos asentimos y en frente nuestro pusieron un gran plato de Milanesa junto con unas papas a la francesa al lado, se me hizo agua la boca 

-Muchas gracias, -dije con la cabeza postrada en el plato al frente mío, miré a Santiago y estaba igual que yo, solté una risita y todos me miraron lo cual hizo que me ruborizara

-Provecho- Por fin dijo Santiago 

Empezamos todos a comer y cuando hicimos todos silencio fue que noté la suave música de fondo hizo que me relajara y pudiera comer cada bocado del delicioso plato, cada bocado era un placer de la vida, así duramos todos en silencio comiendo, cuando todos terminaron, todos se levantaron y nos fuimos a fuera.

-Gracias por la invitación- Dijo Santiago sonriendoles 

Nuestros padres asintieron, yo le di una mirada a Patricia y estaba sonriendo, no era una sonrisa forzada, lo cual a mi si me sorprendió, pero era tan linda su sonrisa que yo le correspondí, al parecer estábamos logrando caernos medio bien. Entramos al auto de Santiago y yo traté de ignorarlo 

-Era mejor que no supieras amor, tal vez ni hubieras venido

-No me vengas con eso Santiago, no me sirven tus excusas

-Le sonreíste a mi madre- Susurró el regalándome una sonrisa, por fin llegó el día en que se caerán bien

-Es posible- Susurré muy muy bajo 







Enamorados y enredadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora