Era nuestra última noche en Lecco antes de regresar a Milán, quería sorprenderla con una hermosa cena a la luz de las velas y que nuestro techo fueran las estrellas, así que decidí hacerla a las orillas del lago. Tuve que enviarla al pueblo por algunas cosas que no eran necesarias porque así me daría tiempo de preparar todo, al llegar hice que se cambiara mientras que yo guardaba la compra y a los pocos minutos bajó vistiendo casual pero como siempre hermosa.
— ¿Y dónde será la cena? — Me preguntó apoyándose en la isla de la cocina.
— En un sitio mágico— le sonreí y tomé su mano para salir juntos.
Luego de degustar de la cena y hablar de lo hermoso que se veía el lugar, mis nervios estaban en aumento, esa noche le iba a pedir a Nicoletta que fuera mi esposa.
— Y ahora es el momento de decirme que te pasa— comentó ella al ver mi nerviosismo—, desde que te sentaste a la mesa tu pierna no ha dejado de moverse.
— No es fácil lo que tengo que decirte— le confesé.
— Solo dilo Stefano— me alentó.
— Nicoletta, sé que me pediste que no le colocara alguna etiqueta a esto que pasa entre nosotros, sé que quieres solo vivir el aquí y el ahora y lo entiendo, tus razones tendrás pero quiero que sepas que desde que tropezaste conmigo en la plaza meses atrás me atrapaste con tu manera de ser distraída, con el pasar de los días me enganchaste con tu manera de ver la vida y me enamoraste con cada sonrisa y roce de labios que me dabas. Quiero que sepas que me has cambiado y para bien, he aprendido que todo en la vida no es trabajar y ahora estoy malditamente seguro que quiero seguir aprendiendo muchísimas más cosas a tu lado.
A medida que hablaba podía ver como los ojos de mi bella Nicoletta derramaban lágrimas mientras que una sonrisa se dibujaba en sus labios.
— Es por eso mi amor— me levanté de mi asiento para colocarme frente a ella con una rodilla hincada en el suelo mostrándole el anillo que había comprado hacia un mes atrás— que quiero vivir muchos aquí y muchos ahora contigo. ¿Quieres ser mi esposa?
Ella no dejaba de llorar y de sonreír, su mirada pasaba del anillo a mis ojos cristalinos y viceversa, yo con el corazón en la boca solo esperaba su respuesta.
— Stefano yo te amo, como nunca amaré a nadie más. Te amo, aunque mil veces intenté no hacerlo, nada me haría más feliz que ser tu esposa.
Lleno de felicidad le coloqué el anillo y laabarroté de besos, por fin podría decir que estaba completamente realizado.
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BARCO DE PAPEL
RomanceLos barcos de papel eran mi juguete preferido y cuando estaba en el lago sentía que era un capitán grandioso que comandaba una flota de guerra, cuando se hundía porque ya no soportaba estar más a flote, lloraba mucho, entonces regresaba corriendo...