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Estuve por días buscando el paradero de Nicoletta, su compañera de piso me dijo que había empacado todo y se había ido sin decir a donde, le di mi número por si sabía algo de ella me lo informara de inmediato, pero nunca lo hizo. Mi desespero por saber de ella llegó a tanto que había contratado a un detective para que la ubicara, cosa que tampoco sirvió de mucho, al parecer la chica de cabello color caramelo se la había tragado la tierra.

Aun hundido en mi dolor reanudé mi trabajo para ver si lograba distraerme y dejar de pensar en ella. Tuve que mudarme a otro piso porque solo entrar a donde vivía me recordaba a ella, no lo vendí, no lo renté, solo quedó clausurado hasta que volviera aparecer con su sonrisa dulce.

Los días se volvieron semanas y cada vez era menos pesado la ausencia de mi amor, no la había olvidado y ni lo haría nunca pero ya no era tan doloroso como el primer día. Había dejado de buscarla porque solo era una pérdida de tiempo, en el fondo sabía que, si Nicoletta quería saber de mi, ella misma vendría a buscarme.

Una noche estaba revisando algunas fotos de locaciones para una nueva película que tenía planeada hacer desde hace mucho, pero con la llegada de mi chica despistada la había pospuesto, mi celular sonó y el identificador de llamadas marcaba un número que si no me equivocaba era de la provincia de Calabria.

— ¿Diga? — Contesté sintiéndome nervioso.

— Stefano— de inmediato reconocí la voz de lacompañera de piso de Nicoletta—, ella te necesita a su lado.

BARCO DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora