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Cuando era niño me encantaba ir a las orillas del Lago di Como o Lago di Lecco, como los lugareños le decían. Con apenas ocho años me iba solo por el camino que sale detrás del patio trasero de la casa de campo de mis abuelos, mi nono nos hacia las mejores barcas de papel de toda la Provincia de Lecco a mis primos y a mí. Las barcas eran mi juguete preferido y cuando estaba en el lago sentía que era un capitán grandioso que comandaba una flota de guerra, hermosa época de mi vida, pero cuando un barco se hundía porque ya no soportaba estar más a flote, lloraba, lloraba mucho porque sentía que el esfuerzo que hizo mi nono por hacerme la mejor barca se había arruinado por culpa del agua, entonces regresaba corriendo casa a contarle que el agua había hundido mi barca y que lo sentía, él solo sonreía y me decía <<Es solo una barca de papel Stefano, ya cumplió su labor y tienes que sentirte bien por eso. Mañana habrá otra más resistente para ti>>. Desde hace un par de días había sido mi mantra porque de verdad necesitaba creer que tendría una barca más resistente.

BARCO DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora