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Si algo caracterizaba a la familia Avery era su maldad, Rexanne, posiblemente, era la más sanguinaria de todos. Si mirábamos a aquella particular familia desde fuera, desde un punto de vista ajeno, la odiaríamos con todo nuestro corazón, pero, era completamente normal, eran asesinos sanguinarios sedientos de poder, si te acercabas, no ibas a ver nada distinto, ellos no estaban hechos para ser amados, si no para ser odiados y respetados por todos.

—No.

Esa negación venia directamente de Alexander, Damián quería ir a las mazmorras, pero el hombre pensaba que era demasiado pequeño para que su sobrino viera todo lo que ocultaban, artilugios de magia negra, y personas moribundas al borde la muerte.

—Ayúdame Rex— imploro el pequeño mirando a su prima quien fumaba con tranquilidad.

—No Dam, eres demasiado pequeño.

—¡Os odio! — gritó el pequeño a todo pulmón.

Alexander miro a su hija quien estaba rodando los ojos. La chica sabía que Damián no lo decía enserio, era bastante dramático.

Pansy entro a la sala y tanto Alexander como Rexanne la miraron, la chica tenía un moratón en su costilla derecha, había echo enfadar a Frey, y como siempre hacia, la golpeo.

—Toma asiento Pansy, no te quedes de pie — hablo Alexander, señalándole el asiento enfrente de los dos.

Cuando la chica se sentó Rexanne cerró las puertas y coloco un hechizo silenciador, haciendo sudar a su cuñada, quien pensaba que la iban a torturar.

—Levántate la camiseta Pansy, enséñanos tus costillas — ordeno Rexanne fríamente.

La chica lo hizo por miedo, padre e hija eran intimidantes y temía que si no se levantaba la camiseta fuera torturada.

Alexander vio los moratones e inmediatamente se echó las manos a la cabeza, sabía lo que su hijo hacia, pero eso, eso había sido provocado por una bestia sedienta de sangre.

—Pansy, solo te lo vamos a preguntar una vez y esperamos obtener sinceridad de tu parte, porque si no la obtenemos te la sacaremos a la fuerza, ¿Quién te ha hecho eso? —dijo Alexander haciendo que la chica bajara la cabeza, apenada.

—Frey— contesto con vergüenza e inseguridad.

Ella se esperaba risas, humillación o un "es tu culpa", pero no recibió nada de eso.

—¿Cuánto lleva pasando esto?

—Comenzó a los tres meses de empezar nuestra relación.

Alexander se levantó y poso su mano sobre el hombro de la chica, a la cual, ya se le habían saltado las lágrimas —Yo también tengo una hija y no me gustaría que le pasara nada parecido, así que, recoge tus cosas y vete a tu casa, nosotros arreglaremos lo demás.

—El prometió que iba a cambiar — contó en un hilo de voz.

—Nosotros no cambiamos Pansy, somos así, así que lo mejor es que te alejes lo antes posible de él, porque jamás dejara de hacer lo que hace y cada vez será peor.

—Tengo miedo de que me haga algo si lo dejo.

—No lo hará — habló por primera vez Rexanne —Ahora es mejor que te vayas antes de que llegue él.

La pelinegra de levantó saliendo de la sala, dejando tan solo a padre e hija, quienes se miraron. La chica saco un cigarrillo y se lo encendió mientras tenía la mirada fija en la pared, pensativa; en cambio, su padre, se sentó frente a ella y poso su mirada, esperando el momento justo para hablar.

PsychopathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora