#37. Témpano de hielo

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Dicen que no existen mujeres ingenuas, solo las que tienen mal puesta su máscara de indefensas.

Por más que fuesen ciegas para el mundo, lo cierto es que su óptica es, a veces, mejor que la de un halcón que vuela alto para huir de las otras aves rapaces y así poder debilitarlas y cazarlas.

Desde su perspectiva, el mundo se convierte en algo tan microscópicamente minúsculo que la sensación de poder incrementa y todo se confabula para facilitar el proceso de atrapar a su presa.

La mujer de melena rojiza, cuya silueta sin ningún tipo de desperfecto se bordaba en el vidrio de cristal de su habitación de hotel, pensaba justamente en lo interesada que estaba de convertirse en una cazadora. Nunca antes en su vida había tenido el tiempo o la valentía suficiente como para mirarse en un espejo y ponerse a admirar o a criticar sus atributos femeninos, pero dadas las circunstancias de ahora, le parecía un gesto bonito hacia si misma reconocer que su cuerpo podría resultar en un arma letal contra uno de sus más grandes enemigos.

Las pocas ocasiones que tuvo desde su regreso para ponerse a analizar a ese hombre que formó una pieza fundamental de su pasado, pudo percibir que la tensión sexual entre ellos todavía seguía latente en el aire cada vez que se acercaban.

Quizá ese era el condimento milagroso que haría que la bomba de tiempo exlotase de una vez para todas.

Eso era lo que le convenía - fabricar cientos y cientos de llamas; para que cuando la voluntad masculina se convierta en brasas, ella pueda desmoronar su imperio de mentiras y asfixiarlo con el humo de su propia cobardía.

Un sonido proveniente de su celular la alarmó, mientras en su cara inevitablemente se dibujaba una sonrisa siniestra. Buscó su número y tecleó lo siguiente:

- "Mejor guarda ese anillo en su sitio y ven a mi hotel" - sus dedos temblaban más y más a medida que los segundos corrían, consciente de que el tiempo jugaba en su contra.

- "¿En serio crees que voy a abandonar mi fiesta de compromiso para atender tus caprichos absurdos?" - recibió la respuesta de su ex-esposo casi de inmediato y volvió a sonreír, sabiendo que ya lo tenía en sus manos.

- "¿Vienes o me quieres de invitada extra en tu espectáculo ridículo? Apuesto que no podrás explicar mi presencia allí."

Silencio.

De ese último mensaje hasta pasados los diez minutos que le tomó a su ex marido tocar la puerta de su habitación, lo único en lo que la pelirroja logró concentrarse fue en disfrutar de los pocos momentos en paz que le quedaban y beber hasta la última gota de su copa de vino.

El vino es el mejor aliado cuando careces de valentía - concluyó en su mente y arrastró los pies hasta la entrada, no sin antes agarrar una gran bocanada de aire.

- Pásale, con confianza - dijo una vez había girado el pomo y le había indicado con un ademán que podía ingresar.

- Cálida tu bienvenida, pero al menos prende la luz para que podamos vernos las caras, ¿no? - respondió ofuscado, al notar que el cuarto estaba en absolutas penumbras.

- ¿Cuál de tus múltiples caras quieres que contemple? - se acercó al interruptor y lo presionó con el dedo índice, dándole un mejor alumbramiento al espacio. - ¿La de padre ausente o la de futuro esposo que miente compulsivamente?

- Si a esas vamos, tu uniforme naranja tampoco es que sea sinónimo de unos antecedentes impecables - se frotó la nariz expresando la incomodidad que emergía del momento y la escaneó de reojo, percatándose de que la bata que llevaba su ex revelaba más de lo que quisiera haber visto.

Colección de historias: La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora