#18. Corazón de condominio - I

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- ¿Me buscabas? - apareció entrando en la oficina de él, después de que una de las secretarias le avisara que estaba preguntando por ella en todos sitios.

- Sí - afirmó, ladeando la cabeza para mirarla. - ¿Dónde te metes en horario laboral?

- Volvemos con lo mismo - rodó los ojos con fastidio. - Te recuerdo, por enésima vez, que mi oficina y yo nos manejamos de manera independientemente y por ende no eres mi jefe para estarme pidiendo explicaciones - aseveró, por inercia, sentándose en el escritorio para quedar cara a cara con él.

- ¿No es más fácil decirme a dónde fuiste que marearme con el mismo discurso de siempre? - insistió más por capricho que por preocupación, al saber que ella otra vez empezaría con el mismo juego de ironías.

- Para que no me vuelvas a salir con el cuento de que eres mi marido y no sé cuántas estupideces más, te voy a contar - tocó su nariz con el dedo pulgar y presionó un poco para molestarlo, ya que sabía que el moreno odiaba que lo apachurraran, a lo que él solo se limitó a mirarla mal. - Fui al café que está a dos cuadras, tenía un par de asuntos que atender, ¿contento?

- Me imagino con quién - ahora fue él el que volteó los ojos acompañado de una mueca de disgusto.

- Bueno, habla de una buena vez. ¿Realmente me necesitas para algo o sólo fue una excusa para poder interrogarme a gusto? - cruzó las piernas sin la intención de ser provocativa, pero la persona que tenía enfrente lo interpretó de otra forma y empezó a agitarse de a poco.

- Este.. Ehm - musitó de modo incombrensible. - La que tendrá tiempo para deleitarse con sus sarcasmos eres tú. Pienso que 48 horas a mi lado te caerán de maravilla - rió al observar la expresión confundida que se instaló en el rostro de la ojiverde.

- ¿Qué? - fue lo único que atinó a decir, sintiéndose presa de la confusión.

- Gaspar me llamó y me dijo que en tres horas tenemos que tomar un vuelo a Acapulco, él ya preparó todo y nos estarán esperando para un evento de esos aburridos - explicó hastiado, odiaba con todas sus fuerzas asistir a ese tipo de reuniones donde la gente bebe, dice estupidez y media y la frivolidad es la reina de la noche.

- Pasátelo bien, yo me despido - hizo un ademán con la mano para indicarle que no irá a ninguna parte.

- ¿Me dejarás solo con toda esa bola de básicos que lo único para lo que viven es para tomarse fotos y lucirlas en sus redes sociales? - acercó su silla aún más y rozó su pierna en un arrebato.

- Cariño, más de una estará feliz de colgarse de tu brazo y sonreirte como pendeja, digo para contrastar tu cara de amargado - pronunció en tono burlón, notando cómo él se exasperaba cada vez más pero hacía todo lo posible para mantener la compostura.

- Te recuerdo que mi esposa eres tú y que no sería bien visto que un empresario llegue solo a un evento de tal magnitud - se levantó, recargando sus manos en el escritorio para rodearla.

- Lleva a tu amante así se despeja un ratito, apuesto que no tarda en venir a quejarse contigo y a llorar por los rincones - percibió su mirada inquisitiva y continuó. - Seguro está devastada y se hara la víctima porque la despedí.

- ¿Hiciste qué? - quiso sonar duro, pero la manera en la que la pelirroja se lo dijo le causaba risa.

- Es una inútil de manual, le expliqué que no quería diseños con transparencias y me trajo precisamente eso - sintió que la mano de su esposo viajaba con descaro por su pierna y algo revoloteó en su interior. - Perdón, no tengo tiempo para lidiar con ineptos.

- Para otras cosas sí sirve - comentó con el fin de irritarla.

- ¿Calentar sabanas por ejemplo? - cuestionó, tirando de las solapas de su camisa. - Lástima que no todo en esta vida es la cama, porque cuando sales de ahí tienes que conversar con ella y la magia se rompe así de rápido - tronó los dedos y el pelinegro aprovechó su descuido para morderle el labio inferior.

Colección de historias: La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora