#35. Ojo por ojo - V

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Observo cómo las cortinas de mi habitación se mueven, bailan a un ritmo suave gracias a la brisa proveniente de la ventana. Inminentemente pienso en darle un nombre a la sensación que me provoca eso, pero mi mente se niega a abandonar su estado de alteración.

Se supone que en las noches debería reinar la paz, que las estrellas deberían ser una especie de refugio para mis sueños rotos, pero como mis "debería" nunca suceden, lo único que me quedaba era conformarme con este miedo paralizante y suspirar..

Suspirar para que las rejas de mi jaula no terminen de aniquilarme por completo.

Nunca fui buena en el tema de las confrontaciones, de hecho, preferíria quedarme encerrada en mi burbuja mientras el mundo arde bajo mis talones. Copio los mecanismos de defensa que mi esposo había estado usando durante todos mis años de ausencia; algo que critiqué hasta el cansancio, pero a penas ahora voy entendiendo que la cobardía representa una zona de confort bastante segura para mis demonios internos.

Después de que supo la verdad, o bueno, la cara fea y menos dulce de la verdad, ¿qué más me quedaba por hacer?

Desaparecer del mapa sin dejar ni una sola pista que podría resultarles útil para rastrear mi ubicación.

¿Soy una egoísta?

SÍ.

¿Mi plan "perfecto" está tejiendo otra red de mentiras que terminará azotándome como un látigo?

SÍ.

Pero mis razones son válidas y mis acciones son demasiado arriesgadas como para arrepentirme por jugar este peligroso juego.

Total, que el insomnio y recordar constantemente que me estoy quedando ciega, me ahorran los dolores de cabeza que he estado sufriendo todos estos años.

Mis intentos de auto-convencerme de que estaba a salvo cayeron en el precipicio en el mismo momento en el que creí que mi egoismo y mente maestra eran suficientes para huir.

Porque ahora lo tengo justo donde no quería y es enfrente de mí.

Toca la puerta y su mirada penentrante hace que mi alma abandone mi cuerpo, dejándome totalmente expuesta a su merced.

Está aquí y mi miedo se personifica en una figura de carne y hueso.

*****

Días antes.

Maldición.

El ruido causado por el choque de las esposas metálicas que cubren las muñecas de mi marido me está taladrando los oídos.

Me comporto como toda una mujer preocupada por su esposo cuando dos corpulentos policías lo sacan arrastras de la cama, como si fuera un criminal de los más buscados.

¿Desde cuándo la justicia de este maldito país es tan eficaz que hasta los uniformados sacrifican su preciado sueño con tal de arrestar a un magnate?

Por instinto jalo la sabana para cubrir la desnudez de mi cuerpo y me maldigo, a mí misma, por ceder ante las peticiones de Esteban y dormirme así, sin una prenda encima.

Él tiene la mirada congelada y bañada de miedo; busca darme seguridad de que todo va a estar bien y que no ha hecho nada malo, pero mi remordimiento de conciencia no deja que le devuelva el gesto.

Alguien le extiende una camiseta y un par de jeans para que se vista y no lo expongan a un escarnio mayor, mientras yo lucho con mantener mis ojos abiertos y no entregarme a mis deseos de desmayarme.

Colección de historias: La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora