#23. Ojo por ojo - I

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Restos de memoria agredían su mente frágil, difuminándose bajo el efecto del humo que salía de la taza de café caliente. Abrazaba sus rodillas en un intento de abatir el temblor que mantenía congelada la sangre en sus venas, aunque afuera la temperatura no era precisamente baja. Al contrario, hacía demasiado calor, pero dentro de ella habitaba el invierno.

Sentía como si una avalancha de nieve la hubiera encontrado desprotegida en medio de la calle y como si estuviera corriendo un maratón en busca de un lugar seguro.

Tal lugar no existía.

Es como si estuviera tirando un cubo de hielo para tratar de apaciguar el fuego en un bosque incendiado. Inútil, triste, mísero.
En su cuerpo perfectamente se podían distinguir las pruebas de su delito de anoche, tal y como la ojiverde había catalogado aquel acto que cometió, presa de su desesperación.

Un aroma masculino diferente al que ella recordaba, todavía se podía percibir en el aire, evidenciando la rebeldía que ella había ejercido para que su ego de mujer no se terminara de derrumbar.

En sus labios había una leve hinchazón, provocada por una boca que no era de aquel hombre que ella en realidad deseaba.

El hecho de permitir que unas manos ajenas y desconocidas exploraran cada centímetro de su piel, hacían que los primeros ápices de remordimiento la ataquen, pero se vieron interrumpidos por una frase seca e hiriente.

"Sí voy a celebrar la noche de bodas, pero con la mujer que amo".

Ese conjunto de palabras era el culpable de que la ojiverde decidiera ir en contra de sus propios principios y ahora, la mantenía al borde de un colapso mental.

**

"Necesitamos agilizar la investigación, temo que ahora que eres la esposa legítima de Esteban, alguno de tus enemigos se sienta acorralado e intente asesinarte" - expresó el abogado preocupado, observando que su acompañante, hecha un manojo de nervios, abría y cerraba la boca, como temiendo hablar.

"No te llamé para hablar del asesino" - lo increpó, removiéndose inquieta.

"¿Entonces? Me pareció muy rara tu llamada, pensé que estarías ocupada en tu nueva cas.." - unos labios finos se estamparon contra los suyos, sin siquera darle chance de reaccionar, algo que él, aunque confundido, aprovechó al máximo.

"No quiero hablar ni esta noche, ni mañana" - susurró, a la vez respirando hondo para prohibirle a su subconsciente que la haga desistir de su idea. - "Si esto te parece cruel u ofensivo, sólo ponme un alto. De lo contrario, no me hagas preguntas y prométeme que pase lo que pase lo sepultaremos entre estas cuatro paredes" - volvió a lanzarse sobre sus labios y al ver que él no ponía resistencia, que sus ojos se encendían en un azul más intenso, supo que ya no podía dar marcha atrás.

La adrenalina en su sistema nervioso la hacía sentirse bestialmente poderosa, guiándola a través del proceso de despojar la ropa. Torpemente, caminaron hacia el dormitorio que ocupaba antes en su departamento, mientras ella hacía un esfuerzo sobrehumano para bloquear sus pensamientos angelicales ligados a recuerdos bonitos con su marido, dándole paso a la furia endemoniada al saberlo en brazos de otra mujer a que termine de encadenarla.

Se había entregado a otro hombre.

Despacio, lento, sin un excéntrico deseo de por medio, pero ni tan vacío como ella se esperaba que iba a ser. La ternura que le profesaba su mejor amigo la mataba de culpa, aunque le había dado una oportunidad de irse y él decidió no hacerlo. Consciente de que era un instrumento en manos de una mujer despechada, el ojiazul la envolvió en sus brazos y rápidamente se durmieron. Para lo que sí no tuvo corazón la pelirroja fue para darle la cara la mañana siguiente cuando despertó a su lado, por lo que, con un ademán, lo incitó a irse.

Colección de historias: La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora