[Capítulo 21]

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Es normal que no se entienda el inicio, más tarde, cobra sentido.

Os amo caras de pelícano.

Kishi

Me encuentro inmóvil en una sala oscura, rodeada por un silencio espeso que solo es interrumpido por el eco de mi propia respiración agitada. La oscuridad es tan densa que mis ojos apenas pueden distinguir las formas a mi alrededor, y una sensación de claustrofobia se apodera de mí. Mi corazón late desbocado en mi pecho, y cada latido parece resonar en mis oídos, recordándome lo sola que estoy  en este lugar desconocido.

Trato de controlar mi respiración, pero el miedo que me embarga es abrumador. Mis manos tiemblan y me aferran a lo que parece ser una fría superficie de piedra. Quiero gritar, pedir ayuda, pero no puedo encontrar las palabras. El miedo ha sellado mi garganta, dejándome sin voz.

Mis sentidos están alerta, y cada mínimo sonido me pone aún más nerviosa. Un susurro apenas perceptible, un leve crujido… cualquier cosa podría ser una amenaza en esta penumbra. Intento mantenerme quieta, esperando que, de alguna manera, mi invisibilidad en la oscuridad me proteja.

Mis ojos se esfuerzan por adaptarse, buscando cualquier indicio de luz o una salida. Pero la oscuridad es absoluta, como si me hubieran encerrado en un abismo sin fin. Mis pensamientos se vuelven confusos, y la sensación de estar atrapada me paraliza aún más.

Entre toda la oscuridad, por fin, alguien decide mostrarse. Me retuerzo por el miedo sobre mi agarre, pero es inútil, y la persona cada vez está más cerca.

—¿Quién eres? —pregunto desesperada. Está tan oscuro que apenas le veo la cara.

—Me ofende que no me reconozcas, cariño.

Su voz impacta en mi mente como un taladro que quiere arrasar todo a su paso. Mis ojos se abren de sobremanera por la sorpresa y noto como mis pupilas bailan en un frenesí de terror.

—¿Dónde está Satoru? —vuelvo a retorcerme, intentando deshacerme de las cadenas que me unen a una fría pared.

—Muerto —sentencia mientras se acerca a mí.

Su declaración resuena en mi cabeza, como si hubiera hecho eco en ella y pierdo el control. Empujo mi cuerpo hacia delante y retuerzo las muñecas en un intento de escapar, o quizá, matarlo de una vez por todas.
La fricción del metal en mis manos provoca cortes que arden con la misma intensidad que mi ira.

Por fin, puedo verle la cara al tenerlo tan cerca. Su pelo negro cae por sus hombros y sus ojos color ámbar están clavados en los míos. Me sonríe con sorna, le divierte verme intentando escapar, porque sabe que no lo conseguiré.

—¿Sabes qué día es hoy, cariño? —sus labios se aproximan a los míos lentamente y yo miro para el otro lado, evitando un contacto que me haría perder la cordura.

Era débil, débil frente a Suguru Geto.

—No, no lo sé —respondo a regañadientes.

—Hoy es nuestro aniversario —arruga el labio con falsa pena. —Pensaba que te acordarías.

Mi corazón se encoge de dolor —Déjame en paz, Suguru.

Las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, deslizándose por mis mejillas hasta caer cruelmente al suelo. Había matado a Satoru.
Su mejor amigo, el único que tuvo, y también el mío.

—¿Estás llorando por él? Cariño, vas a hacer que me ponga celoso —un suspiro se escapa por sus finos labios. —Está bien, te traeré a Satoru.

As de corazones | Satoru Gojo × OC | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora