Grietas, grietas y más grietas.
Eso era todo lo que veía cada vez que se miraba al espejo al salir de ducharse, pero no podía hacer nada ante eso.
El día anterior, Kazajistán y Rusia habían salido de casa con sus maletas en mano, y ni siquiera habían ido a arrojarle sus llaves a la cara como habían hecho Ucrania y Georgia.
Las habían encontrado sobre la mesa del comedor.
No lloró, solo suspiró con tristeza, tomó las llaves y caminó a la entrada de la gran casa, donde del mueble que había para colocar cosas al entrar, sacó una caja de madera y depositó allí aquellas dos argollas con llaves.
Finalmente eran quince argollas con llaves. Una por cada hijo suyo.
Aún podía recordar como a cada uno de sus hijos les dio un juego de llaves cuando tuvieron la suficiente edad, y como estos tenían los ojos brillando de emoción, sintiéndose casi adultos.
Saliendo del amargo recuerdo, URSS tomó su ropa para comenzar a colocársela con lentitud debido al dolor de sus grietas. Sentía un dolor de cabeza que nacía en su sien derecha, pero solo trató de ignorarlo a pesar de sentir algo borrosa la vista de ese lado.
Miró sobre su mesita de noche, viendo una foto que tenía de Reich sosteniendo un ramo de narcisos que le había regalado en alguna ocasión; nadie entraba a su cuarto, asi que se permitió aquel capricho, sonriendo al ver como el hombre en la foto le regresaba la sonrisa.
Lo extrañaba, lo extrañaba tanto que dolía, pero no podía ser así de egoísta.
Ya no podía serlo.
Debía dejarle ser feliz, porque él ya no iba a poder estar en su vida.
Había roto su promesa de no volver a dejarlo.
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Los ruidos del jardín estaban de fondo mientras trabajaba en su estudio, tenía dos días sin salir pero no importaba, estaba cerca de terminar aquello.
Lo que más le costó fue macerar el aceite de café y secar los ramos de hiervas como laurel, romero, lavanda y ramas de olivo.
Y su mayor problema fue encontrar una joya.
Muchos pensaran que al ser un país no le sería difícil conseguir algo tan banal como una piedra preciosa, menos si de niña había sido capaz de hacer crecer una en una maceta con tierra y piedras.
Pero es que no podía ser cualquier piedra, tenía que ser una piedra especial... Una piedra que proviniera de parte del difunto Imperio Ruso.
Buscó por semanas entre sus cosas hasta que lo encontró.
Un bello diamante amarillo incrustado en una bella gargantilla que contenía algunos zafiros, rubies y ámbares.
Era la única cosa que aún le quedaba del imperio, quitando sus cartas, poemas y libros, pero aquel eslavo malagradecido lo necesitaba ahora.
Lo que hacía por las personas que quería aunque estas no la querían o apreciaban.
Murmuraba sin sonido, sus ojos resplandecían de un rojo bastante intenso y no se podía ver nada más que eso, no había esclerótica o iris, solo rojo en sus ojos.
Hizo trizas aquellas hiervas ya secas para colocarlas sobre el cuenco donde todo el hechizo se estaba haciendo, y les dejó caer aceite de café encima, tomó frascos con polvos de colores y dejó caer un poco de estos sobre aquella mezcla que cubría por completo la joya.
El ambiente se enrareció en aquel estudio, sus manos brillaban de un azul cielo y aquella luz bajaba a la mezcla.
Y entonces la joya absorbió la magia, sus ojos se apagaron y el cansancio la hizo caer de espaldas sobre el piso alfombrado, jadeando y sudando a pesar de ser invierno.
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Liebe Wieden || CountryHumans Nazunit
FanfictionURSS y Reich son una pareja para nada convencional, todo el mundo tiene serias dudas de como es que dos enemigos terminaron casados. La vida de esta pareja no es perfecta, nunca lo ha sido, hay heridas que el tiempo ha curado, y ambos tienen una his...