Capítulo doce

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Third Reich e Imperio Japones se encontraban acostados en la cama bajo las sábanas, uno trataba de mantener su calor corporal para no volver a enfermar, y el otro de obtener calor para que dejaran de doler sus heridas y tener movilidad.

Se sentían un poco aburridos, pero las ropas que tenían no les ayudarían a mantenerse fuera de la cama, además de que nadie quería que el alemán se levantara más que al baño.

– Esto es absurdo, soy capaz de pararme por mi cuenta y caminar, no veo porque no puedo bajar a la cocina, más allá de que no tengo ropa más cálida – se quejó el alemán haciendo un puchero que hizo reír a su amigo.

– Nos preocupas demasiado, pequeño alemán, por eso el que estes confinado conmigo a esta incomoda cama – le dijo el japonés moviéndose, le dolía la espalda ya de estar tanto tiempo acostado.

– Valoro se preocupen por mí, pero estoy bien... y la cama no está incomoda – refutó Third, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

– Pesas menos que Japón e Italia juntas a los nueve años, se te ven los huesos, no eres capaz de mantener calor corporal por mucho tiempo, tomas demasiados medicamentos y tienes una dieta especial... no digas que estas bien cuando estas más jodido que Fascista y yo juntos... y claro que es incomoda esta cama, tal vez tú te acostumbraste, pero llevas años aquí – Imperio Japonés se terminó sentando en la cama, mirando a su amigo, quien se giró a mirar la pared para evitar la profunda mirada del asiático.

– Supongo que tienes razón... me acostumbré a esta cama...

– Esta vez no me refutaste sobre que no estas bien.

– Tengo hambre, ¿tú no?, tal vez pueda bajar por algo, digo, ya sabes que Italia es muy distraído, estoy seguro de que ni siquiera me notará – mientras hablaba, el alemán se sentó y comenzó a arrastrarse hacia la orilla de la cama.

– Reich...

– Tal vez Italia ya haya cocinado algo.

– Third Reich... – el japonés se levantó para retener a su amigo, estaba evitando un tema y eso era muy notorio.

– No esta URSS, así que supongo que no habrá problema con ocupar la cocina.

Antes de que siquiera el alemán lograra llegar a la puerta, fue detenido por el imperio, quien lo tomo por los hombros para girarlo y obligarle a mirarlo a los ojos.

– Basta... sabes que conmigo no funciona esa mierda de evadir el tema, ¿qué ocurre?

Reich trataba de no mirar a su amigo, él siempre les demostró su lado más fuerte, solo pocas veces se dejó ver vulnerable, una de esas veces fue cuando les anuncio el fin de su relación con el soviético, en aquel momento estaba destruido emocionalmente y aun así se esforzó por verse enojado y no tan deprimido como había estado.

– Nada.

– República de Weimar, ¿qué está pasando?

Se quedaron en silencio, mirándose fijamente, hasta que Reich suspiró.

– Primero, no vuelvas a llamarme así, sabes que no me gusta ese nombre y que por algo me lo cambié, además de que sonaste como mi padre cuando me regañaba... y en segunda... solo detesto que mis aliados me vean como un debilucho, lo haces sonar como si fuera un minusválido que está en escena para estorbar.

Imperio suspiró, soltó los hombros del alemán y lo abrazó con cariño.

– No te vemos como un minusválido, sino como nuestro mejor amigo que está en estado delicado y del cual queremos cuidar, así como muchas veces cuidaste de nosotros sin siquiera quejarte; déjanos ahora preocuparnos por ti y tu salud, eso no está mal... y te diré así las veces necesarias para que me digas que te pasa.

Liebe Wieden || CountryHumans NazunitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora