Capítulo 9 - Conflicto y confesión.

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Es otro día.

Mis padres nos llevaron a la preparatoria. Detestaba cuando lo hacían, pues la multitud de admiradores se amontonaba, pidiendo autógrafos y bloqueando el paso. Noah y yo nos bajamos del auto simultáneamente.

Estaba a punto de irme cuando mi padre me llamó:

— Stanley. —

Volteé hacia él y me acerqué a la puerta del coche.

— Ten, esto dáselo a la directora — me entregó un papel.

— ¿Por qué yo? — inquirí.

— Es por tu bien. Así, cada vez que te saquen de la preparatoria, no te contarán las faltas — me explicó con obviedad.

— Con más razón deberías dárselo tú; eres el padre, no yo. Si lo entrego yo, pensarán que lo estoy falsificando — le devolví el papel. — Por favor, usen el cerebro.

— Ay, Dios — resopló.

— Solo soy razonable — respondí, y él se bajó del auto, seguido de mi madre.

Entramos a la preparatoria, y los más discretos comenzaron a tomar fotos. Mis padres deberían haberse preparado para ello.

Noah se adelantó, y mis padres y yo fuimos a la dirección. Ellos entraron, y yo me quedé afuera, recargada en la pared, esperando a que salieran.

Después de unos minutos, la directora abrió la puerta.

— Solo por ser tú, te la paso — me guiñó el ojo.

Agradecí y sonreí. Salieron mis padres y la directora cerró la puerta.

— Tus encantos lograron esto — comentó mi madre, haciendo que ambas ríamos.

— Que te vaya bien. Voltea heteros — dijo mi padre, y me reí antes de irme. Llegué al salón unos minutos tarde.

— Llega tarde, Schnapp — me reprendió el profesor.

— Estaba en la dirección — contesté.

— ¿Con quién? — preguntó.

— Obviamente con la directora. La pregunta es absurda — respondí con sarcasmo.

— Tome asiento — dijo mientras tomaba su bolígrafo.

Vi a Noah, así que me dirigí hacia él. Sabía que se sentaba en la parte trasera a propósito, pues yo siempre me sentaba allí.

(...)

La hora del desayuno es la parte del día en la que ocurren más cosas.

Antes de salir, tuve que ir a un salón algo privado, al que ningún estudiante puede acceder, pero como era yo, evidentemente me dejaron pasar. Una chica tuvo que acompañarme.

Estábamos a punto de irnos cuando la chica me empujó contra la pared, sin motivo aparente. Sin previo aviso, me besó. Al sentir sus labios en los míos, la aparté, me liberé de su agarre y la empujé contra la pared, deseando golpearla.

El momento fue interrumpido por un profesor, quien miró la escena con sorpresa.

— Oh... Dios... — dijo el profesor, perplejo.

— No es lo que parece — respondí, sin saber cómo reaccionar.

— Las mandé para que acomodaran unas cosas, no para que se besaran. —me miró confundido. — Stanley, ella es menor que tú — soltó una risa nerviosa.

Jugando a amar || Jenna Ortega x Fem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora