Luna llena

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La luna... ese interminable misterio. La luna envolvía tantas cosas.

De joven solía pensar en hombres lobo. Se aterraba con las cosas que aterrarían a cualquier muchacha. La vida había sido buena, pensaba con una sonrisa.

La luna fue la causante del primer amor de verdad. Vegeta respiraba agitado aquella noche. Se debía a algo más. Bulma, siempre inteligente, sabía bien que dicha agitación no era ocasionada por las heridas y el cuerpo débil; él ya había mejorado gracias al descanso y a sus cuidados. No lo había dejado solo ni un momento, y en ocasiones ni siquiera ella sabía por qué. No conocía el amor. Era una caprichosa en todos los aspectos. Una niña mimada a la que jamás se le había dicho <<No>>. Pensaba que todo se resumía en una cara bonita y diversión; palabras románticas... No sabía que podía haber más. Y ese hombre le había hecho experimentar verdadera lástima y el corazón se hundía. El amor era profundo... por primera vez.

Vegeta se hallaba apoyado en el barandal de la terraza. La luna estaba alta y enorme; preciosa. Bulma sentía que casi la podía tocar.

—¿Q-qué tienes? —le preguntó la mujer de hinchado cabello azul. No lo comprendía... Los síntomas del saiyajin no tenían sentido, puesto que carecía ya de cola.

—Será mejor que te alejes... —le dijo él sin mirarla. La respiración seguía agitada, apenas surgiendo.

—Pero... si ya no tienes cola; dudo mucho que puedas transformarte sin ella —le dijo ciertamente aterrada.

—¡Ja...! —rio Vegeta con ironía.
El Ōzaru no es el único problema cuando la luna está llena.

Y en la risa burlona y el tono Bulma lo atendió. La información le golpeó el vientre bajo y le provocó una sensación rica. Sabía a lo que se refería...

—Yo... no tengo problema con eso —le confesó a sus espaldas, que solo estaban cubiertas con las vendas.

—¡Ja...! No sabes lo que dices.

—¡Claro que lo sé! —dijo molesta. Detestaba que la hicieran menos.

—Una terrícola como tú no podría aguantarlo... Mejor aléjate; no quiero hacerte daño. Corres peligro aquí —le dijo ahora mirándola a los ojos, sosteniéndose aún del barandal.

—¡Yo no soy cualquier mujer! —dijo para enseguida señalarse con la mano al pecho.

Vegeta, desde luego, la ignoró, porque ya le había tomado cariño; no quería herirla. El saiyajin se dio la vuelta, ignorándola una vez más. Y Bulma, quien jamás se rendía, pues no estaba acostumbrada al <<No>>, fue directo a él veloz y lo besó. Vegeta no pudo resistirse. Y bajo la luna llena nació el amor.

Bulma pudo resistir la acometida, porque tenía razón: ella no era cualquier mujer. Y de ese primer encuentro apasionado, amoroso, aun cuando no lo sabían, nació el salvador del futuro.

Bulma, ahora con sus años marcados en las orillas de la boca, sonreía ante el recuerdo dulce del amor.

La luna llena se colaba por el techo roto del laboratorio e iluminaba la esperanza; la máquina del tiempo que era arreglada por ella... otra vez.

...

Luna llena..., pensaba Trunks al tiempo que sus mechones azules se elevaban con el viento frío y misterioso de la noche. En medio de la guerra inacabable —porque así lo parecía— habían encontrado un refugio: un viejo edificio en ruinas que se sostenía de milagro. El lugar era enorme. Estaban tan lejos y tan ocultos que decidieron prender una fogata. El sonido quebradizo de las llamas gustaba a Mai y la mantenía sonriente. El calor del fuego y su rara música les daba alegría a sus corazones. Bueno... al de Trunks más o menos, pues estaba asaz inquieto y nervioso. Mai había notado que no se hallaba nada bien desde que anocheció. Se había estado aguantando las ganas de preguntarle qué le pasaba. Hasta que abrieron la lata de frijoles y ella fue la única que quiso comer, se lanzó a hacer la pregunta.

Tú y yo (drabbles TruMai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora