El calor recorrió su cuerpecito; se fue por cada fibra y por la tela alba que la cubría y la dotaba de belleza; de una belleza exuberante... única.
Nunca se había enamorado... ¡jamás! Conocía y estaba enamorada del concepto del amor. Era un alma vieja que se encantaba con los príncipes hermosos y caballeros; con la idea del ofrecimiento de la mano varonil y condescendiente y con el beso en el dorso de la suya; suave y disponible solo para él.
Trunks fue el flechazo. Ese Trunks, el del futuro; tan igual pero tan diferente al mocoso insistente.
Trunks se puso en cuclillas en su presencia, y actuó como el príncipe que era; le besó el dorso de la mano y la miró como lo que era: una señorita.
El cuerpo del joven también estaba caliente; se reflejaba en su toque atento.
—Mai... —le dijo con sumo amor. Era su Mai... aunque mucho más tierna.
Este amor era pequeño, y lo cuidaría más que a nada. Para él era de lo más satisfactorio contemplar a Mai en un tiempo tranquilo. La niña, preciosa, era libre entre el verde de la Corporación. Se sintió enamorado una vez más.
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