Vegetasei

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—¡Más te vale que todo esté limpio para cuando yo regrese, ¿eh?...!

El saiyajin cerró la puerta tras de sí. 

La muchacha maldecía su suerte. Sin embargo, mientras fregaba el piso de piedra, su semblante cambió y se detuvo sin más. Su suerte... no era tan mala. Bien podía ser peor, claro que sí. Él no la había tocado... no de la manera más perversa. Únicamente la había jaloneado para que ejerciera el trabajo... que era limpiarle la lujosa y gigantesca habitación y prepararle la comida. 

La pobre terrícola, en andrajos, prosiguió con su tarea de dejar el suelo brillante. Así se lo había exigido él.

¿De dónde provenía?...

Al igual que tantas otras, había sido raptada de su planeta natal y transportada al planeta Vegeta, en el que se encontraba sufriendo ahora.

Gracias a la mala organización con los esclavos a la hora de la hora no se supo qué hacer con ella, y de una patada fue enviada al aposento del príncipe.

—¡Quédate ahí y haz lo que te ordene! —le dijo un soldado de cabello asaz extenso, hasta las pantorrillas, y la dejó encerrada en la recámara real.

Un ratito después había aparecido el famoso príncipe. 

Cuando la puerta fue abierta bruscamente, Mai se esperó ver a un sujeto horroroso, quizás hasta obeso y deforme. Pero no. El príncipe... era hermoso. Absolutamente hermoso, como los de los cuentos de hadas que solía leer en compañía de sus dos únicos amiguitos, también huérfanos e indigentes como ella. 

No obstante, la impresión mágica que le había ocasionado se desvaneció en el momento en que captó su faz adusta, que la asustó más que la imagen mental del príncipe obeso y deforme.

El príncipe se acomodó los guantes blancos en su presencia, y mirándola con una severidad extraordinaria, se le acercó un poco. —Conque no supieron qué hacer contigo y ahora yo me tengo que encargar de este despojo... —manifestó como si ella no valiera nada. 

La preciosa muchacha de melena negra y ojos índigo, tirada en el suelo, se encogió de hombros. Ya no quería verlo a la cara; le daba miedo.

—No tengo tiempo para ti —explicó el joven, y enseguida suspiró cansado—. Limpia todo este lugar. No me gusta cuando las sirvientas vienen aquí a tocar mis cosas. De ahora en adelante tú te encargarás de este lugar. Como puedes ver... es bastante grande —señaló burlesco—. Y también quiero la comida. Más te vale que sepas cocinar o te lanzaré al burdel de la ciudad. Créeme... no aguantarás ahí ni unas horas —finalizó sonriendo con maldad y repasándola de arriba abajo, expresándole con la mirada que era demasiado débil, y se marchó... justamente como hacía unos instantes.

Llevaba apenas tres días en el palacio saiyano... y se hallaba bien. La comida no le había faltado, aunque estaba escatimada de todo lo demás. El príncipe la hacía dormir en el suelo helado... como a un perro... y no la había dejado ducharse. Muy a su pesar le prestaba el baño para sus necesidades más indispensables.

Estaba mugrosa y agotada. El cuerpo entero le dolía, pero era mejor no quejarse. Si lo hacía... probablemente moriría más rápido de lo esperado. Si bien estando en esas condiciones... ¿no era mejor morir?... Ya ni sabía qué pensar.

Tú y yo (drabbles TruMai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora