Capítulo 4- Brutal

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—Podrías sacar la cabeza del libro y hacerme un mínimo de caso— me suelta Avril, malhumorada.

Cierro el libro y le miro directamente. Desde que he venido, hace unas dos horas, mi amiga ha estado hasta arriba de trabajo. De un lado para el otro.

—Para una vez que tengo un descanso te pones a leer.

—¡Es que estaba en el mejor momento! — me defiendo frotándome los ojos.

Esconde la cabeza entre sus brazos, agotada.

—Bueno. ¿Vas a hacer algo esta tarde? — pregunta haciendo eco.

—Si con eso te refieres a que te acompañe a la playa, mejor no lo intentes.

—¿Qué? ¿Por qué? — levanta la cabeza para mirarme —¿Qué tiene de malo ir a la playa? Si hace mucho calor.

— No sé nadar y lo sabes— digo avergonzada.

— ¡Pues te doy clases de natación! — sugiere sonriéndome.

— La última vez, acabamos las dos ahogadas. Tuvo que venir el socorrista a ayudarnos. ¿No te acuerdas?

vril hace memoria y esboza una pequeña sonrisa acompañada de una sonora risa. Con ello, hace que todas las personas que están en la librería se giren.

— En mi defensa diré que el socorrista era un buenorro. Nos hizo un favor.

Mis mejillas se tiñen de rojo al acordarme de la escenita de ayer.

—Favor para ti. Tenía las manos sudorosas—hago una mueca de asco.

—No tienes que meterte si no quieres, puedes quedarte en la orilla haciendo castillos de arena— dice con tono burlón.

Pongo los ojos en blanco.

—Hora de volver al trabajo. Rin. Rin. Rin— le pico, pinchando mi dedo en su mejilla.

—Sabes que no voy a levantarme de esta silla hasta que digas que sí, ¿verdad?

—Lo sé. Pero te voy a ignorar— le respondo dándole la espalda.

—¡Oyeee! — protesta.

La sigo ignorando un rato más hasta que se cansa de intentarlo y se levanta.

—Con esas tenemos ¿eh? Pues muy bien, me voy a ir a sentar con Kevin. De seguro que él quiere acompañarme a la playa— y tras eso oigo sus pasos alejándose. Lo que me indica que se ha ido.

Cuando eso, me giro y la veo sentada al lado de Kevin con ojos de cachorrito.

Qué raro.

Me río cuando Kevin aparta la mano de mi amiga con una mueca. Se pasa los dedos por el pelo con los ojos en blanco.

—Encima que no haces una mierda en el trabajo, ¿no vas a venir conmigo? — le dice mi amiga mosqueada.

—Avril, sinceramente y siendo muy honesto. Ir contigo a algún lado sería lo último que haría en la vida —le suelta y se levanta dejándole sola.

Mi amiga patalea como una niña pequeña. Me acerco a ella asegurándome de que no me puedan robar mis pertenencias.

Muchos ladronzuelos hay por ahí.

—Avril, venga que era una bromita.

Se deshace de mi agarre con fuerza. Está enfada.

—¿Estás enfadada?

—¿Yo? ¿Enfadada? ¿Contigo? Para nada— me dice con una mirada de pocos amigos.

—Pero no te enfades, hombre.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora