Capítulo 24- Boyfriend

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—¡Eso no va ahí, Claxon! — chilla mi abuela por cuarta vez con las manos en la cara —. ¡Entre las orquídeas y los tulipanes, Estuard! —el chico da un respingo y no le sobra tiempo para correr y colocarlo bien.

Decido alejarme de la mesa y vuelvo a la orilla donde me agacho para ayudar a una niña con su castillo de arena. Porque sí, necesito distraerme con algo. Algo que no sea los millones de preparativos por mi cumpleaños —y ya de paso el de Kai — aunque su cumpleaños es pasado mañana, siempre lo hemos celebrado juntos. Y este año no iba a ser la excepción.

No le he contado a nadie sobre nuestra reciente relación entre Jake y yo, solo a Avril. Todavía me duelen los oídos del grito que pegó al contarle. No dejo de parlotear planeando los múltiples planes que teníamos que hacer los cuatro juntos. Que si dobles citas, que si al parque de atracciones... Estaba más emocionada que yo.

—Quiero un río — reclama la niña cuando ve que perfecciono las murallas del castillo de arena.

—¿Un río?

Ella asiente emocionada.

—Pues hagamos un río en ese caso.

El cumpleaños se iba a celebrar en la casa de Cloe, siendo así una cena, pero mi abuela, la cual insistió en que teníamos que celebrarlo a lo grande, propuso que hicieras también una comida en el chiringuito. Ninguno había pensado en decorar también esa mesa, pero para eso mi queridísima abuela Greta, había contratado a personas para hacer la comida "lo más elegante posible".

A sí que mientras los empleados sudan como auténticos cerdos bajo el radiante sol de Italia, mi abuela está sentada en una silla con una piña colada en una mano y una revista en la otra. Como una marquesa.

No hay rastro de los demás por ninguna parte, así que supongo que estarán en la casa de Kai preparando todo, mientras a escasos metros de mí, un chico con una sonrisa radiante y ojos azules se sacude como un perro.

—¿Ya te has cansado? — me levanto y me quito los restos de arena de los muslos.

Se desploma en la arena destrozando el río tan perfecto que había hecho.

—¡OYE TÚ! —espeta la niña con dedo acusador —.¡MIRA LO QUE HAS HECHO, TONTO!

Kai se levanta al momento frunciendo el ceño ligeramente. Se da la vuelta hacia el castillo y ve a una niña diminuta con un bañador rosa de unicornios escupiendo arcoíris por la boca, con la mirada clavada en él. Esa niña no iba a llorar, iba a patearle el culo a mi mejor amigo y luego — si tiene la fuerza suficiente— romperle la tabla en dos en la arena, o preferiblemente, en la cabeza de Kai.

—¡Lo siento mucho! ¡No llores por favor! —le ruega Kai, ahora en el suelo, intentando arreglar la masa que había quedado del río.

—No voy a llorar, idiota—dice la niña cuando sin darle tiempo a mi amigo a reaccionar, le patea el culo.

Resultado: Caída hacia delante y como era de esperar, su preciosa carita hundida en la arena. La diabólica niña se ríe mientras le sigue pateando el trasero una y otra vez.

No puedo evitar unirme y me río con la niña mientras ayudo a que la cabeza de mi amigo se despegue de la mezcla de arena, agua — y posiblemente—, algas. Bueno, y si la niña es tan malvada como parece, babas también.

Kai coge una gran bocanada de aire inflando los mofletes. Cuando ya puede volver a respirar, no pierde segundo en ir a la orilla y frotarse frenéticamente para eliminar cualquier resto de arena. Tanto en la cara como en el pelo.

La niña, que no parece todavía muy satisfecha, corre hacía él y se monta encima. El pobre Kai pega un chillido y esta vez, cae de culo en el mar.

—¡Ya basta niña malvada! — dice entre hipidos Kai —. ¡No sé cómo tu madre te ha podido poner ese bañador con malditos unicornios! ¡Deberían ser demonios!

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora