Capítulo 17- Daddy Issues

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Son las nueve y media de la mañana cuando mi queridísima abuela Greta, ha entrada a mi habitación con música italiana para despertarme. Según ella, " es tradición". Si, como lo de ir a comprar ropa.

Me duelen las piernas, pero mucho más el corazón. Ay mi pobre corazón, quién te hizo tanto daño.

La cosa es que ayer apenas pude dormir bien por estar sobre prensado todo. Si, todo.

Maldita sea.

No quiero cagarla con Kai, pero ni siquiera sé que puedo hacer para cagarla. ¿Hablar sobre la muerte de su mejor amigo? ¿Le gustaría soltar todo y llorar sobre mi hombro? O ¿Directamente me mandaría a la mierda y no me hablaría nunca más?

Con Avril todo es diferente, yo soy la que tengo los problemas. Y ella la amiga que consuela a la otra. Pero ahora, es al revés. Y lo más jodido de todo es que no es con Avril, si no con mi otro mejor amigo que hace siglos que no lo veo ni le hablo.

Me levanto de la cama haciendo el vago como siempre. El suelo está muy caliente, incluso quema. Abro las puertas de la terraza con esperanza de que al menos algo no me decepcione. Hace un día brillante. El mar brilla bajo los rayos del sol y hace mucho calor. Recojo la ropa colgada del día anterior ya seca. La dejo encima del escritorio bien doblada.

Ni si quiera me molesto en cambiarme. Bajo con el pijama a la cocina con mucha hambre. Saludo a mi madre que está luchando contra la tostadora entre gruñidos y manotazos.

—Como sigas así la abuela va a tener que comprar una nueva—me limito a mirarle desde el otro extremo de la habitación.

Mi madre se gira y me dedica una cálida sonrisa que dice, "buenos días cariño. Tu sigue así y acabarás como este trasto" Tan cariñosa como siempre.

—Buenos días a mis dos chicas favoritas de este mundo— anuncia mi abuela entrando en la cocina con una taza de café en la mano.

Me acerco a ella para darle un corto abrazo.

—¿Todavía estás en pijama? — me riñe mi abuela dando un sorbo a su taza.

Asiento lentamente.

—Las tiendas abren en media hora y si queremos pillar las mejores rebajas hay que ir lo antes posible.

—Abuela, ¿no podemos ir otro día? — me rasco la cabeza—. Hace un día precioso, quería ir a la playa. ¿Verdad mamá? —digo buscando ayuda de mi madre.

—Ehh ¿Sí?

—¿Estás de acuerdo Emily? —inquiere mi abuela mirando a mi madre desafiante.

—Bueno, solo digo que como a dicho mi adorable hija, hace un día maravilloso y debemos aprovecharlo— contesta mi madre intentando sonar convencida—. Podéis ir de tiendas tiendas por la tarde.

—Si—concuerda mi abuela—. También, podéis ir a la playa por la tarde. No la cierran.

Me muerdo el labio desde mi asiento con una taza de leche que hay libre.

—Bueno—dice en forma de rendición—. Si eso es lo que quieres, Heather... Podemos ir esta tarde.

—¿Enserio? — entrecierro los ojos.

—Si, claro.

Me levanto de la silla para besarle las mejillas una y otra vez.

—Eres la mejor abuela del mundo, que lo sepas— deposito un último beso en su respingada nariz.

Me devuelve la sonrisa.

—Podemos ir las tres juntas— sugiere mi madre con su tostada.

—Oh, es una gran idea Emily.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora