Capítulo 3- Wonderland

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 Estoy sentada en una silla, demasiado pequeña hasta para mí, con un grupo de personas en una sala iluminada por los últimos rayos de sol.

Hay una cúpula que hace de techo. Aunque el sitio no sea muy grande, es acogedor. Las paredes están cubiertas de estanterías con todos los géneros de libros que te puedes imaginar. Una locura. Como me gustaría que fuera mi habitación.

Juro qué si paso un segundo más aquí, volveré todos los días. Igual hasta me quedo a dormir.

He tenido un gran y complicado dilema para decidirme entre ir a la clase de meditación con gente que me triplica la edad. (Todos me la triplican). O a la de lectura.

Como habéis podido comprobar he terminado en el de lectura, sí. Y eso que tenía unas ganas enormes de probar la meditación, de verdad, porque supongo que la que hago a veces en mi habitación no cuenta.

Al lado mío tengo a Doris, creo que se llama. Rondará por los ochenta y dos. Pelo blanco canoso y arrugas por la mayor parte del cuerpo, aunque aún así, me sigue pareciendo tan bella como una margarita. Me sonríe dulcemente cuando me han pedido que diera mi honesta opinión sobre Romeo y Julieta, un clásico. Mi respuesta concuerda con la mayoría de las demás y me hace sentir que encajo entre ellos.

La mayor parte son mujeres mayores. Quitando algún abuelito y la chica que lleva esta actividad. Y yo, claro.

Me acomodo en mi asiento cruzando las piernas. Al principio se me estaba haciendo muy denso. Hablaban sobre novelas que nunca había escuchado y me perdía cada dos por tres. Ahora que se han centrado en Shakespeare, puedo seguir el hilo de la conversación.

En el último curso del instituto, el señor Phelehps nos mandó leernos la novela para luego poder interpretarla. Como en las pelis.

Sinceramente no salió como esperaba porque se suponía que terminaba en tragedia. Pero mis compañeros decían que era muy triste y que el amor no se debía representar de esa forma. Yo me negué rotundamente. Y digamos que me enfadé un pelín y me prohibieron participar. No me importó en absoluto, Al fin y al cabo, sabía cómo iba a terminar y así fue.

Al público le pareció un insulto y el comité de padres reclamaron que se quitara esa obra y que se hiciera correctamente. Me llené de satisfacción cuando recibí la noticia. Mis compañeros estaban agarrados a su argumento y lucharon contra ello, pero fue en vano.

En señor Pelehps pidió perdón explicando que él no tenía ni idea, lo cuál era completamente verdad y tras una larga charla con los responsables, tomó la decisión de echarlos.

—Romeo y Julieta es una historia verdaderamente clara. A veces sacrificamos todo lo que tenemos por la persona que amamos. Justo me recuerda cuando mi marido, George quería uno de esos cacharros de escribir. Tuve que sacrificar mi paga para comprársela. Que nostalgia aquellos años sesenta — comenta Doris suspirando.

—Una historia impactante Doris— dice Alexandra, la joven que lleva la actividad.

—Hay hija, si tu supieras como era el mundo en aquellos tiempos...—se lamenta llevándose una mano a la frente.

—Heather, he visto que has estado muy callada— todos se giran mirándome fijamente y lo odio.

Odio ser el centro de atención.

De pequeña me esforzaba en destacar entre los demás, era la forma para que me vieran. Pero, ahora solo quiero pasar desapercibida. Que cuando esté en clase, nadie se fije en mí, que no sepan que estoy ahí. Supongo que todo vino a raíz de ser la sombra de los demás alguna vez.

Vuelvo a la realidad cuando me doy cuenta que me han hecho una pregunta. Mierda.

—¿Qué? — balbuceo, muerta de vergüenza.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora