—Heather—oigo mi nombre lejano, como un susurro del aire. Cambio de postura reposando mi cabeza en el pecho de Jake.
—Heather—repite mi nombre, ahora más cerca. Trago fuerte y hago todo lo posible por no abrir los ojos.
Noto unos dedos calientes en las costillas. Abrasan, me queman. ¿Hemos dejado la hoguera encendida sin darnos cuenta?
Ruedo apoyando mi cabeza sobre la palma de mis manos.
Crujidos temblorosos me hacen levantarme de un salto en posición de defensa.
—Ehh, Kung Fu Panda, soy yo—dice la misma voz. Es ronca.
Me froto los ojos antes de alzar la cabeza y ver a una figura imponente a mi lado. La sigo viendo borrosa. Me paso de nuevo las manos por los ojos. La hoguera está apagada.
—Soy Kai, Heather.
—¿Kai? —pregunto con la voz más ronca del mundo. Apenas reconozco mi propia voz.
—El mismo— me pasa una mano para ayudarme a levantar. La estrujo con fuerza y en un segundo estoy de pie en frente de él. Debido a la oscuridad no veo bien su cara o su cuerpo.
—¿Ya nos vamos? Si todavía no ha amanecido—susurro oyendo el mar que está en plena tranquilidad.
—No, son las cuatro—dice sacudiéndose los pantalones llenos de arena—. Necesito hacer algo antes de que mañana, bueno, hoy nos vayamos a Roma.
Asiento bostezando.
—Dame un segundo.
Me agacho donde mi novio duerme plácidamente y me llevo conmigo mi móvil. Enciendo la pantalla comprobando que todavía quedan un par de horas para la salida del sol. Me estiro con esmero antes de alcanzar a Kai y comenzar a caminar por la orilla de la playa. Sin rumbo o eso creo yo.
—¿Te acuerdas de la primera vez que vinimos aquí? — pregunta, rompiendo el silencio.
—Creo que es difícil olvidarlo —niego con la cabeza reprimiendo una risa—. Nuestras madres nos dejaron ir a las rocas porque tú estabas seguro de que había un tesoro escondido entre ellas.
Volteo la vista hacia las rocas que siguen ahí. Como si fuera ayer cuando éramos dos niños pequeños correteando.
—Sí, y tú insistías en que los mapas del tesoro no existían, que eran solo parte de las películas—dice entre risas.
Es mi turno de reírme. Niego la cabeza mordiéndome el labio inferior.
—Ha pasado mucho tiempo— digo con nostalgia.
—Demasiado—Kai asiente bajando la vista a nuestros pies que han acabado cubiertos por la arena y bañados después, por el agua cristalina de la noche. —Las cosas están cambiando, ¿verdad? Ya somos adultos...
Asiento, aunque sé que no necesita mi respuesta para saberlo. El trabajo, las responsabilidades, las nuevas personas en nuestras vidas...
—Me gustaría que esto nunca cambiara—admito en voz baja—. Volver cada año aquí y estar todos juntos...
Kai levanta la cabeza y me mira, serio. Se le ha borrado cualquier rastro de diversión.
—No tiene que hacerlo. Podemos hacer un pacto. Uno nuevo.
Levanto la cabeza para mirarle a los ojos.
—¿Qué tipo de pacto?
—Prometamos vernos aquí, en Positano, cada año, sin importar que pase. No importa si estamos ocupados, si estamos lejos, si nuestras vidas toman caminos diferentes. Este será nuestro lugar, y este será nuestro momento. Siempre será nuestro verano.
La idea me llena de una extraña sensación de alivio, como si algo que llevaba mucho tiempo cargando finalmente se soltara. Al mismo tiempo, siento el peso de la promesa, la seriedad de lo que estamos a punto de hacer. Pero sé que es lo que quiero, lo que ambos queremos, lo que nuestras familias quieren.
—De acuerdo—respondo, estirando la mano hacia él—. Pase lo que pase.
Kai toma mi mano y la aprieta con fuerza.
—Pase lo que pase.
Nos sentamos en la arena mojada, mirando hacia el mar. Sé que no es solo una promesa, es un ancla, algo que nos mantendrá conectados, sin importar a dónde nos lleve la vida.
—Me alegro de que hayas vuelto, Heather—confiesa Kai juntando nuestras manos —. Creo qué sin ti, no hubiera logrado seguir adelante. Salir del pozo oscuro.
—Claro que hubieras salido, Kai—le doy un empujoncito con el hombro—. Solo... necesitabas a alguien que te recordara lo brillante, listo, guapo y amable que eres. Y buen surfista, por supuesto.
—Gracias. Gracias por todo—su tono es sincero, como si llevara guardando esas palabras durante mucho tiempo.
Le abrazo apoyando mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro.
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La Voluntad del Destino
Romansa¿Y si te dijeran que el Destino esa capaz de todo? Heather siempre ha sentido que su vida no le pertenece. Desde que su padre salió por esa puerta y todo se derrumbó diez años atrás, ha hecho todo lo posible para que, con suerte, pueda juntar todas...