Capítulo 10- Say Yes To Heaven

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Llego a casa con las emociones a flor de piel.

Las... palabras de Jake me han parecido honestamente sinceras. Y si es verdad que me ve de esa forma, creo que estoy completamente enamorada de este chico.

Sin dudas ni arrepentimientos.

Me dejo caer en el sofá, agotada. Mi madre está trasteando por la cocina y por eso no nota mi presencia hasta que entro en la cocina. Dejo el bolso en la encimera estirándome vagamente.

—¡Cariño, has vuelto! — me da un abrazo de oso que por poco me deja sin respiración.

Lleva puesto un delantal con la típica frase motivadora. Tiene la cara cubierta de harina y el pelo revuelto como un león.

— ¿Qué estás haciendo? —levanto la cabeza por encima de su hombro para ver.

—¡Un bizcocho! — responde entusiasmada.

—¿Has quemado la cocina? —me libero de su abrazo para comprobarlo.

—No. Por primera vez en mis treinta años he conseguido no tener que llamar a Jerry—me asegura

— Felicidades, has pasado la primera fase del principiante—le sonrío de lado—. De aquí a unos días tendrás una tienda de bizcochos.

Ella se ríe con ganas abriendo el horno y sacando el bizcocho. La verdad que tiene muy buen aspecto.

—¿Podrías hacer algo muy malvado para que te echen del psiquiátrico y abrieras una tienda? No es mala idea.

— Cariño—me sujeta la cara con ambas manos—. Estoy bien, me gusta mi trabajo.

— ¿También te gusta volver cada día a casa agotada? — cruzo los brazos—. No te hace bien.

—¿En qué momento nos hemos cambiado los roles? No me he dado cuenta — sonríe intentado no comenzar una pelea.

—Mama— insisto—. Hay muchos trabajos.

— Heather, cariño, no quiero discutir sobre esto otra vez. Nunca me vas a poder convencer, ya lo elegí hace mucho tiempo. Deja de preocuparte por mí.

—No puedo.

—Si puedes. Anda, vamos a probar el bizcocho que he hecho— dice tirando de mi brazo.

—Pero... —me callo. No merece la pena gritarnos reproches hasta ver quién sale más dolida.

Ella está cansada, yo estoy cansada.

—¡Tachan!

—Guau— en verdad si que se lo ha currado. Lleva una capa de crema azul turquesa. Flores amarillas rodean la parte de arriba y eso lo hace más llamativo.

Lo llevamos a la mesa del salón. Mi madre me pasa un tenedor y me meto un trozo de este a la boca.

— Y... ¿Qué tal?

Lo saboreo. Dios, sabe horroroso, pero tengo que fingir que me gusta.

Lo intento tragar, pero se me queda atorado en la garganta. Es como una explosión de sabores, pero en el mal sentido.

Amargo, salado, ácido... Espera ¿¡Picante?! ¿Pero qué ha hecho?

—Mmm. Es-está muy bueno, ¿eh?—miento descaradamente.

— Lo sabía, ¡sí! —da saltitos de alegría.

— Voy a ir al baño, ¿vale? Necesito... lavarme las manos. Eso, si, exacto. Bueno... emm, ahora vuelvo— me río nerviosa.

Corro lo más rápido posible. Cierro la puerta al entrar. Abro la tapa del retrete y vomito. Que alivio dios.

Toso varias veces seguidas.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora