Capítulo 11- Memories

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Dentro de un día mi madre y yo volveremos al lugar donde prácticamente me crie. 

Italia.

El chalé es de mi abuela, Greta. Vive allí todo el año y aunque en invierno es casi imposible sobrevivir, mi abuela siempre me aseguró que valía la pena con saber que la llegada del verano es calurosa. Como todos los años.

Tengo unas ganas enormes de verla de nuevo y contarle todas las cosas que he hecho durante estos años de distancia.

Apenas recuerdo nada de Positano. Hace muchos años desde la última vez que estuve, antes de que mi familia se rompiera y mi padre nos abandonara. No recuerdo mucho ese lugar, pero siempre decía que era como vivir en un cuento de hadas. Aunque mi madre a lo largo de los años, me ha enseñado en varias ocasiones, álbumes con fotos mías en la playa. Yo, tan llena de arena, bañada por la luz del sol. Con una sonrisa tímida.

Por otra parte, sí que me acuerdo de las personas con las que disfruté durante esos maravillosos veranos. La amiga de mi madre, Cloe es como mi segunda madre. Y Kai, su hijo, mi mejor amigo hasta los once y mi hermano también.

Sus abuelos y los míos eran íntimos amigos. Se podría decir que nos conocíamos desde que nacimos. O incluso antes. Nuestras madres nos tuvieron a la vez. Él nació un día después de mí. Por eso siempre celebrábamos juntos nuestros cumpleaños.

Claro que la última vez que le vi, fue cuando tenía diez años. Han pasado siete años y el chico habría cambiado, como yo lo he hecho.

Mi madre había recibido una llamada de mi abuela sugiriéndole que fuéramos a pasar lo que quedaba de verano. Como a mi madre le habían dado las vacaciones las mismas fechas que en ese entonces, decidió aceptar. Mi cara de alegría cuando me lo contó fue como para enmarcarla. Lo malo es que apenas recuerdo como hablar italiano. Antes lo hacía con mucha fluidez, pero ahora poco puedo decir.

A sí que nada más levantarme y sentarme a desayunar, me he puesto a practicar.

— Mi piacciono le fragole e i biscotti — repito una vez más con una taza de café en la mesa.

En la pantalla del móvil aparece una carita verde, lo que me indica que lo he pronunciado bien.

—La ragazza ha affame — pronuncio despacio.

Mi madre entra en la cocina echa una furia por no encontrar su bote de crema para el sol.

—¿Lo has encontrado? —me intereso mirando todavía la pantalla.

Ella suspira llevándose ambas manos a la cadera.

—No, no lo he encontrado y me estoy desesperando — gime agachándose bajo la mesa buscándolo.

—Ya aparecerá — le consuelo, trazando círculos en su hombro.

—Eso te decía yo cada vez que se te perdía un pósit y nunca aparecía.

—Venga ya, el bote de crema es más grande que mi cabeza. ¿Has mirado en el baño?

—He mirado en todos lados, te lo aseguro. No va a aparecer.

—Si lo dices con esos ánimos...

Mi madre sale de la cocina y sube las escaleras en busca de la crema. Tomo un sorbo de mi café y continuo con mi hora de italiano. Cuando termino, ya he recordado más de la mitad que había olvidado durante los años. Eso me anima a subir a ayudar a mi madre en su búsqueda de huevos de chocolate. Me quedan dos escalones por subir cuando me llega un mensaje a mi móvil. Lo saco del bolsillo de atrás de mis shorts, parada.

Jake: Siento no haberte escrito estos días, pero es que he estado muy liado. Apenas he tenido tiempo de tirarme al sofá y echarme una siesta.

Voy a responder cuando me llega otro mensaje.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora