He terminado aceptando ir a la cena. Una parte de mí me ruega que no vaya. No me encuentro ni mentalmente ni físicamente bien para asistir. Pero luego Kai me viene a la mente.
Estoy jodida.
Él había hecho el esfuerzo y yo no puedo hacer menos. Así que, después de una larga ducha —con varias interrupciones de mi abuela preguntándome si quería tomate en la pasta o que queso me gustaba más—, me tumbo en mi cama con ambas manos en mi estómago.
He estado pensando mucho acerca de lo de mi padre y aunque la herida todavía escuece, no lo hace como el primer día. Habían pasado ya como doce años. De lo que si estoy segura es que tengo una charla pendiente con mi madre. Mis intenciones no son arruinar la cena, por lo que solo puedo hablarlo por la mañana cuando estemos más relajadas, si acaso eso es posible claro.
Con toda la cantidad de ropa que mi abuela me ha comprado sigo sin saber muy bien que ponerme. Lo único de lo que estoy segura es que esta cena es importante, pero no sé hasta qué punto.
Saco toda la ropa de las bolsas depositando las prendas sobre mi cama matrimonial. Mi intención es encontrar un término medio entre lo formal y lo informal. Por ello dejo a un lado un vestido color caqui y un par de camisetas playeras.
—Bien, ahora solo me falta elegir el maldito oufit— me digo a mí misma.
Las faldas son bastante parecidas entre ellas, todas de colores pastel. Algunas con patrones de florecitas o cerezas y otras simplemente planas.
Los tops sí que lo son. Por eso me cuesta un rato decantarme por solo uno.
Con la ropa esparcida por el suelo, pero ya vestida, voy al espejo del baño para asegurarme de que no parezco un payaso. Tampoco es que fuera una cosa del otro mundo. Una falda blanca con vuelta y un top coral sin mangas que se ajusta al cuello. Me llega por el ombligo, lo que deja a la luz una parte de piel un poco pálida, de momento. Me hago una rápida coleta alta y me pongo unas sandalias que he encontrado por ahí.
La familia Giovanni no han llegado todavía, pero algo me dice que no tardarán en hacerlo. Pongo mi mejor sonrisa entrando a la cocina. Mi madre está concentrada con el horno, por lo que no nota mi presencia.
—Estás radiante, cielo— me halaga mi abuela cortando un pepino para la ensalada—. Veo que las compras han merecido la pena— con doble sentido y me guiña un ojo.
—Gracias— le digo sin saber que más decir. Sigo teniendo el nudo en la garganta, pero cada vez se afloja más.
—¿Me puedes ayudar con la ensalada? —pide mi abuela haciéndome un hueco. Ella me dedica una sonrisa radiante a lo que yo se la devuelvo esforzándome.
—Este trasto no funciona—se queja mi madre arqueada hacía los botones del horno.
—Igual es porque no lo has encendido, hija—mi abuela se mueve para colocarse al lado de mi madre y pulsar uno de los muchos botones.
Mi madre le mira asombrada cuando el horno se pone en funcionamiento y el olor del hojaldre invade la habitación.
—Modernidad— escupe mi madre por lo bajo.
Mi abuela no se molesta ni en responderle. Se vuelve a posicionar a mi lado cortando el pepino — que es ya el cuarto— para empezar con las patatas al terminar.
—¿Qué puedo hacer yo? — pregunto más para mi abuela que para mi madre.
—Con poner la mesa es suficiente cariño.
Asiento abriendo cajones y sacando la vajilla buena. Tengo la esperanza de que la noche va a transcurrir tranquila hasta que mi abuela hace la pregunta del año.
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La Voluntad del Destino
Romance¿Y si te dijeran que el Destino esa capaz de todo? Heather siempre ha sentido que su vida no le pertenece. Desde que su padre salió por esa puerta y todo se derrumbó diez años atrás, ha hecho todo lo posible para que, con suerte, pueda juntar todas...