Capítulo 16- midnight love

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Voy a vomitar otra vez. 

Solo nos quedan unos tres kilómetros de distancia, y la náusea son cada vez más abundantes. Normalmente no me suelo marear en los viajes largos, pero esta vez ha tocado. Ya hemos parado dos veces para que no le vomitara encima del coche de Richard o peor aún, encima de Richard. Mi madre me recogió el matojo de pelo con tanta fuerza que pensaba que me iba a quedar calva.

Todavía noto el sabor del vómito en la boca y eso solo aumentan las arcadas. Bajo mi regazo hay una bolsa de plástico lo bastante grande para cualquier accidente.

Todo es un asco. Los mechones de pelo con vómito, mi camiseta con vómito, el sabor a vómito, el olor, mi apariencia.

a-s-q-u-e-r-o-s-o.

Las gárgolas que anteriormente había hecho no han servido de mucho. Tuve suerte de que no potara encima de mi libro, ahí sí que me desquicio.

En fin, que lo primero que voy a hacer al llegar al chalé, es darme una larga y profunda ducha. La necesito con urgencia. Mi madre lleva una maldita pinza en la nariz por el olor joder, el olor. El pobre Richard lo aguanta a duras penas. Y yo, me voy a morir. Sé lo conté a vril y se pasó toda la llamada, de dos minutos, recalco, dos malditos minutos, riéndose. Decía que eso era el karma, otra vez.

Maldita sea.

Las ventanas están abiertas de par en par y el olor del mar inunda el ambiente. Si solo fuera eso lo que se oliera en el coche, todo sería mucho mejor.

Apoyo mi cabecita en la ventana para contemplar Positano. Todo se ve tan colorido que me dan ganas de salir del coche corriendo y pasarme el resto de mi vida bailando y comiendo regalices de colores.

Cuando Richard aparca frente a la casa de mi abuela, me pide que salga antes de que me de por potar de nuevo. Mi madre por fin se saca la pinza de la nariz, pero mantiene distancia conmigo.

Como si tuviera piojos, joder.

Mi madre ha estado hablando con mi abuela para asegurarse de que va a estar en casa. Mi abuela es muy fiestera y pocas veces se queda en casa por la noche. Según me ha comentado mi madre, mi abuela tiene un grupo de amigas con las que sale de copas  y van a los bailes a disfrutar. También le dijo que Cloe estaba chillando de la emoción al saber acerca de nuestro regreso. Como ella, mi madre y yo estamos contentas con saber que están aquí, ya que desde que dejamos de venir se iban cada verano a un lugar diferente del mundo.

Pero este verano se quedan. Cloe se queda. Kai se queda. Todo el mundo se queda.

Estuvieron charlando sobre los últimos años tanto sobre mi madre como sobre mí. También mencionaron sobre una cena que haremos mañana, aunque no pude escuchar más, ya que en ese momento empecé con la primera oleada de náuseas.

Ahora, a una distancia prudente de mi madre, le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotras durante estas tres horas intensas. Richard tiene que volver a Roma, donde vive, pero nos insiste nuevamente en qué si necesitamos cualquier cosa, transporte más que nada, que le llamemos y vendrá a por nosotras al momento.

Mi madre le paga lo correspondido y nos despedimos de él.

—Ha sido un placer, hermosas— dice Richard con una sonrisa.

—Espero volver a vernos—le dice mi madre.

—Claro. Lo haremos, tengo un presentimiento— asegura él.

—Pues espero que tu presentimiento sea así.

Mi madre mete ambas manos en los bolsillos traseros de sus shorts ensanchando la sonrisa.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora