La última semana he estado muy ocupada con mi abuela. No he vuelto a Kai desde la noche de la fiesta, cuando se confesó conmigo. Fue algo que me llenó el corazón.
Justo cuando estábamos por quedar dormidos, una sombra masculina apareció en la arena. Al parecer, era uno de los chicos del grupo de Kai. Claxton, creo que se llamaba. El caso es que el chico iba muy borracho y no tuvimos otra que llevarlo de vuelta a la fiesta, dónde estaban jugando al beer pong. Terminamos jugando con ellos unas rondas y luego Kai me acompaño a casa.
Fue muy amable por su parte y se lo agradecí dejándole entrar a mear. Nos despedimos sin saber cuándo nos volveríamos a ver.
Esa misma noche, cuando me encontraba en la cama intentando pegar ojo, me llamó desesperado diciéndome que le habían seleccionado para el campeonato nacional. Se le notaba feliz y entusiasmado. Me hizo esbozar una amplia sonrisa a través de la pantalla de mi móvil.
Yo ya sabía lo que significaba eso, ahora tenía que pasarse más horas con el club de los que habían sido seleccionados junto a él.
—¿No te gusta? — me pregunta mi abuela en frente mío.
—Sisi, está muy bueno solo... que estoy un poco despistada últimamente.
Le doy vueltas a mi matcha con la pajita, divagando entre mis pensamientos.
Mi abuela me ha convencido esta mañana para ir a desayunar juntas por el paseo de la playa de Catler. En específico, en la cafetería donde ella y mi abuelo se conocieron. Viene aquí a menudo a recordar esos años fugaces que parecen ahora.
El aroma de café y pan recién hecho envuelve el ambiente.
Mi abuela tiene razón, la cafetería es preciosa y acogedora. Está llena de mesas de diferentes formas que le proporcionan un toque alegre y divertido. Las paredes están adornadas con fotografías antiguas de marineros con sus barcos.
—Tu madre y yo habíamos pensado en hacer turismo por un pueblo cerca de aquí—comenta mi abuela sacándome de mis pensamientos.
Sacudo la cabeza volviendo a la conversación.
Casi no he salido de esa casa. Me había propuesto ordenar el ático para hacer sitio, pero al final me rendí y lo reemplacé por la jardinería. He descubierto que se me da bastante bien y que me calma tanto como lo hacen los libros.
—Estaría genial, abuela.
Como respuesta, me dedica una media sonrisa.
Una camarera de mediana edad se acerca a nuestra mesa dejando dos donuts rellenos de chocolate blanco y coco esparcido por encima.
—Dos preciados donuts Greta para estas dos hermosas mujeres— dice con voz dulce y cálida.
— Grazie, Margaret—sonríe con esmero rozando su brazo con el de Margaret.
—Cualquier cosa, me avisáis—gira sobre sus talones para ir de nuevo a la barra.
Mi cara tiene que estar llena de dudas porque mi abuela no se lo piensa dos veces antes de hablar de nuevo.
—Hemos sido amigas desde la primera vez que vine a este café— le da un mordisco a su donut—. Y después de tantas tardes entre estas cuatro paredes, al ver como siempre me pedía el mismo donut, decidió ponerle mi nombre— me explica con anhelo.
—Parece que tiene un gran corazón.
—Lo tiene—concuerda mi abuela—. Anda va, dale un mordisco.
Asiento con la cabeza llevándome el donut Greta a la boca. Lo mastico saboreando al máximo su espléndido sabor.
Con la boca llena y restos de coco rallado en los labios digo:
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La Voluntad del Destino
Romansa¿Y si te dijeran que el Destino esa capaz de todo? Heather siempre ha sentido que su vida no le pertenece. Desde que su padre salió por esa puerta y todo se derrumbó diez años atrás, ha hecho todo lo posible para que, con suerte, pueda juntar todas...