Capítulo 8- I Wanna Be Yours

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Estoy sentada en el sofá, otra vez.

Ahora sostengo un vaso de agua.

Estoy sedienta.

Algún que otro chico borracho se ha acercado, pegándose a mi cuerpo.

Simplemente asqueroso.

Me duele la cabeza a pesar de no tener ni una gota de alcohol en mi organismo.

Me estiro nuevamente y me tumbo colocando mi cabeza sobre mis brazos. Me hubiera quedado dormida si esa música no me estuviera aturdiendo los oídos.

Mis ojos hacen el vago intento de cerrarse de nuevo. Los abro de golpe para no dormirme en medio de una fiesta. Me levanto obligándome a hacer algo para no pasarme lo que queda de noche aburrida como una ostra. Decido ir al baño—mi vejiga está a punto de explotar—, y subo las escaleras apoyándome en la barandilla de metal.

Cuando llego al segundo y último piso, hago una rápida inspección para situar el baño. Gracias a dios todos están abajo en el jardín bailando mientras un grupo —horroroso a más no poder— no pueden verme como me muevo frenéticamente para que no se me escape el pis.

Ya en la segunda planta, escucho el solo del cantante principal. Dios, ¿pero de dónde había cogido Alex a ese grupo? Seguro qué del basurero, porque vamos...

Me retumba la cabeza.

Voy al baño ignorando todo el ruido. Al abrir la puerta del tirón me encuentro a dos chicas semidesnudas besándose. Llegan a gritar algo que no comprendo antes de cerrar la puerta de golpe. Noto como mi corazón aporrea mi pecho.

Me giro en dirección a las escaleras cuando veo a Alex saliendo de su cuarto. El muy contento de él, no hace más que chocarse con las paredes de su propia casa.

—¡Alex! Eres mi salvación—grito como una loca.

—hezzi, ¿otra vez tú?

Se tambalea de un lado al otro en un intento miserable por mantenerse en pie.

—¿Hay otro baño por aquí? Ese... me temo que está ocupado —señalo la puerta donde he presenciado una escenita no muy cómoda.

—Puedes entrar a esa habitación. Tiene un baño pequeño, pero creo que te servirá. O si no puedes entrar al mío... — dice con cara de pervertido.

— Voy a ignorar lo que acabas de decir por qué estás borracho.

Creo que mi queridísimo amigo no se entera de lo que le acabo de decir por qué baja las escaleras pensando que hemos terminado de hablar.

En fin, que se le va a hacer.

Entro a la habitación, enciendo la luz y me quedo con la boca abierta. Había venido a casa de Alex cuando tenía unos doce años y nunca había visto esta habitación.

Está muy decorada, con posters de varios grupos de música los cuales reconozco perfectamente. Entre todo eso resalta un tocadiscos color verde menta situado en la mesa. Me acerco a él, está muy limpio y brilla como un collar de perlas.

Al final de la habitación hay una puerta pequeña. Tiene que ser el baño del que me ha comentado lex. Me meto en él con rapidez.

Es bastante pequeño, pero para lo que tengo que hacer es más que suficiente.

Abro la tapa del retrete y me siento. Cuando termino me lavo las manos. Levanto la vista y veo mi reflejo en el espejo circular que hay. Mi apariencia de momento no me disgusta para nada. Al menos no se me ha corrido el rímel.

Me seco las manos con una toalla y abro la puerta de espaldas a la habitación. Al darme la vuelta me percato de la figura de un chico—bastante alto— al lado del tocadiscos. Parece que está intentando poner un vinilo. Se encuentra de espaldas y al segundo en el que me lo quedo mirando más de lo debido, me doy cuenta de que es el mismo chico que había visto antes en los columpios junto a mi amiga y las otras chicas.

La Voluntad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora