18 - La verdad
Megan Simonetti
Ya habían pasado cinco días desde el cumpleaños de Nathaniel. Y en los cinco días no había salido de mí cuarto, siquiera había ido al instituto. Sería una pérdida de tiempo, no estoy en condiciones de relacionarme con gente y mucho menos mí cabeza serviría para escuchar a alguien como un profesor hablar horas de algo que me interesa muy poco.
Además, tenía muchas faltas libres, en realidad podía faltar un mes y a nadie le importaria, el único problema eran los apuntes y si me atrasaba, era mí último año, no me convenía llevarlo de mala manera.
Pero mí vida es un desastre como para llevarlo de buena manera.
Nathaniel había llamado aproximadamente trescientas veces en todos estos días y yo le había contestado cero. No tenía ganas de hablar con él y aunque quisiese no podía ni siquiera verlo a la cara. Me daba tanta vergüenza, tanta angustia que lo supiera todo y a todo me refiero con lo que los demás saben, no la verdadera historia.
La única con la que había hablado estos días era Vanesa, ella me ayudaba con el instituto pasándome sus apuntes y explicándome algunos temas por video llamada. Estaba muy feliz, había formalizado un poco su "Algo" con Amadeo, estaba feliz por ella, deseaba ser ella.
Aunque como siempre tener una amiga tan romántica y metiche a veces era un poco irritante, por ejemplo cuando llegaban los momentos de hablar de mí estado de ánimo o más bien de el chico que ya había llamado trescientas veces en una semana, y siempre eran las mismas charlas.
—Contestale—Me obligó Vanesa.
—Si le contesto, tengo que colgarte.
—Pues me cuelgas, le contestas y vuelves a llamarme, con tal de que arregles las cosas me parece perfecto.
—No digas "Arreglar las cosas" nada nos afectó.
—¿Te estás escuchando Megan? Estás demacrada amiga, tienes las ojeras por el piso, se perfectamente que lloras el tiempo que no estás hablando conmigo, tienes los labios rojos e hinchados, tus uñas están comidas como si fuera lo único que ingieres, bajaste de peso, estás deshidratada y prácticamente tu sentido y estado del humor está hecho mierda, dime qué no te afecta y te parto la cara Megan, que es lo único que te falta para morir.
—¡Que bruta eres!—Me queje.
—La bruta eres tú, toma el puto teléfono y llama al pobre chico.
—No lo haré—Repeti—No insistas Vanesa, a menos que quieras que no te hablé a ti también.
Con esa charla el tema "Nate" había desaparecido bastante, mí hermano y él no estaban en mí casa, en realidad si estaban tal vez no los escuchaba, en cambio, mí madre cada media hora toca mí puerta para saber si estoy bien, le digo que si, aunque se perfectamente que ella sabe que no, pero no se ha entrometido en mí vida, no me pregunta que me sucede, solo lo deja pasar, como si supiera que hablar de ella solo empeoraría las cosas.
Lo que no sabía en ese momento era que las cosas estaban a punto de hacerse realidad y mí temor había llegado.
Escuché como tocaban la puerta de mí habítacion, me sorprendía ya que eran las dos de la mañana, no podría ser mí madre ya que no estaba en casa y Gabriele duerme como un bebé a partir de las doce.
—Megan, soy Nathaniel—Escuche una voz detrás de la puerta.
Me quedé paralizada, por un momento pensé en no contestar para que pensará que no estaba, pero recordé que la luz estaba prendida y por debajo de la puerta se podía apreciar a la perfección.
—Pasa.
No sé de dónde saque tanta valentía para admitirle la entrada después de lo que había sucedido pero allí estaba. Parado frente a mí, mirándome atentamente, notaba muy bien que estaba reteniendo toda la respiración que podía, estaba nervioso, no tenías que ser muy inteligente para tenerlo en cuenta.
—¿Podemos hablar?—Preguntó.
Yo asenti lentamente con la cabeza, el se se acerco y se sentó en el borde de la cama frente a mí.
—¿De que quieres hablar?—Pregunté sabiendo la respuesta.
—En realidad... Quería pedirte perdón—Comenzó—Se que no tenía derecho a gritarte y menos hablar de cosas que no sabía.
—¿Gabriele te lo ha dicho?
—No, nadie me ha dicho nada, Gabriele lo intentó pero prefiero que me lo cuentes tú.
Suspiré nerviosa.
—Preometeme algo—Pedí.
—Lo que quieras.
—Prometeme que pase lo que pasé no vas a odiarme, juzga si quieres pero no te alejes de mí.
—Ni aunque quisiera podría alejarme de ti Megan.
—Hace dos años después de cinco años de tu despedida yo tenía 15 años. No era una chica muy sociable, tenía pocos amigos, las principales eran Vanesa y... Juliet, estábamos todo el día juntás, Vanesa y Juliet eran chicas que siempre las ibas a ver con chicos distintos, todos los días. Pero yo era diferente, no me gustaba nadie, tampoco me importaba demasiado, en realidad... Seguía afectada por tu partida.
»Un día llego un chico nuevo al instituto, era lindo, pero a mí no me había interesado al principió, en cambio, a Juliet la enamoro desde el primer día, ella nunca había sentido algo así y estaba feliz por ella, muy feliz. Después de por lo menos 5 meses se hicieron novios, salíamos todos juntós, nos divertíamos, se querían de verdad, estaban enamorados. O bueno, eso se creía.
»Un día en una de las tantas fiestas, me emborraché muy fuerte, había tomado de todo. En un momento que no recuerdo muy bien, me no tres con el novio de Juliet y él me llevo al primer piso de la casa, recuerdo que había un pasillo en el cual se encontraban 4 habitaciónes. Yo pensé que el iba ayudarme. Pero no fue así.
Una lágrima resbaló por mí mejilla, por los ojos de Nate sabía que se imaginaba lo peor y no estaba tan mal.
—Me metió a una habitación y me acorraló contra una pared, yo no sabía lo que hacía, estaba pérdida, fuy una estúpida, no estaba consiente. Y nos besamos, él me beso y yo se lo seguí, no se por qué pero lo hice, tenía 15 años y el 17, comenzó a querer tirarme en la cama, ya sabrás para qué, pero yo me negaba, pero no podía despegarme de él y justo cuando el volvió a besarme bruscamente, Juliet entro en el cuarto y nos vió.
»Recuerdo perfectamente su cara al ver esa maravillosa escena, una de sus mejores amigas resfregandose con su novio.
—Pero no fue tu culpa Megan—Hablo Nate.
—Pero yo me deje Nate, yo dejé que me tocará, deje que me besara.
—Estabas borracha, el intento abusar de ti.
—Pero ¿Por qué no lo aleje? No lo entiendo.
Las lágrimas no dejaban de salir.
—¿Y Juliet nunca supo la verdad?
—Nunca quiso escucharme, y después de eso, el rumor se corrió por todo el pueblo, comenzaron a tacjarme de zorra, de dejada y un montón de cosas más. Luego de eso nunca pude tener una vida normal, siempre que voy por la calle obtengo una que otra mirada de despreció, Juliet se fue de la ciudad, igual que aquel chico, no los había visto nunca más hasta bueno el día de tu cumpleaños.
—Lo lamento Megan, no tenías por qué pasar por todo eso.
—Tal vez no soy lo suficientemente buena.
—Si lo eres.
—No... puede que no.
—Si.
—Tal vez no.
—Lo eres y aunque no lo fueras nadie merece pasar por ese sufrimiento sola Megan. No sabés lo que daría por haber estado contigo.
—Pero no estabas.
—Y lo voy a lamentar toda mí vida.
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Un paraíso de estrellas
RomansaMegan solo quiere tener una vida normal, nunca se ha enamorado, excepto una vez hace demasiado tiempo atrás, antes de que su vida se convirtiera en un huracán de problemas constantes. Pero ese amor que ella creía que estaba tan lejos física como men...