Iguro Obanai, CEO de una importante agencia de Idols, es invitado por su amigo Sanemi a desayunar en un cafetería cerca de su zona laboral. Al llegar, no se siente atraído por los postres y las bebidas que el local ofrece, al contrario, se siente at...
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Mitsuri estaba cansada, no solo por la universidad y el trabajo, sino por el asunto del compromiso, y más ahora con la revelación al público anunciado el día anterior.
Ella no tenía nada en contra de Obanai, era un chico amable, educado y buen amigo, pero no sentía nada por él. Era un matrimonio arreglado por los padres de ambos, que solo quieren unir sus negocios y fortalecer su posición en el mundo tanto del entretenimiento como de la moda.
Después de una larga mañana en la universidad, recibiendo algunas felicitaciones por su compromiso y unas que otras miradas de desagrado, se encontraba en la agencia de Iguro para continuar con su trabajo. Estaba trabajando con los atuendos que se utilizarían para el día siguiente. Era un trabajo que le apasionaba, pero también le exigía mucho tiempo y esfuerzo.
En la oficina que se les fue asignada a ella y su familia, el sonido de la puerta abriéndose capta la atención de la joven volteando inmediatamente, divisando a sus progenitores entrando a la sala.
—Hija, ¿Cómo estás? —le preguntó su madre posicionándose al lado de la menor.
—Bien, mamá. Solo un poco cansada —respondió con una sonrisa forzada.
—No te preocupes, pronto te acostumbrarás a este ritmo de vida —le dijo su padre revolviendo su cabello en el proceso—. Por cierto, ¿Cómo van los atuendos?
—Van bien, algunos le faltan unos detalles y estarán listos.
—Me alegro escuchar eso —felicitó el adulto—. Estamos muy orgullosos de ti, hija. Has hecho un gran trabajo con los diseños y la ropa. Y además, has aceptado el compromiso con Obanai. Eres una hija ejemplar.
Mitsuri solo pudo sentir un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Ella no quería el compromiso, solo lo aceptó para que sus padres estuvieran orgullosos de ella. Pero en su interior, sabía que no era feliz. No quería casarse con alguien a quien no amaba, ni renunciar a sus sueños y aspiraciones. Quería ser libre, quería ser ella misma.
—Gracias, papá. Gracias, mamá —dijo con voz débil.
—Bueno, hija, te dejamos trabajar. Nosotros tenemos que ir a una reunión con unos clientes importantes, y después con la señora Iguro para hablar de algunos detalles sobre la boda —habló su madre para posteriormente darle un beso en su cabello.
—Sí, nos vemos luego —dijo su padre repitiendo la acción de su esposa.
Los señores Kanroji salieron de la oficina y Mitsuri soltó un suspiro de cansancio. Se sentó en su escritorio y miró los bocetos y las telas que tenía sobre él. Tenía que terminar unos vestidos para mañana, para una sesión de fotos de unas Idols muy famosas. Una de ellas lograba causarle un conflicto interno.
Unas horas después, entró en la oficina una de esas Idols. Era una chica de baja estatura, sus cabellos eran negros, terminando con un degradado morado en las puntas, y cuyos ojos poseían el mismo tono, con una belleza delicada y voz angelical, siendo reconocida por su típico broche de mariposa del mismo color que sus ojos. Era Kocho Shinobu, una de las integrantes del grupo más famoso de la agencia, Moon Butterfly. Mitsuri al percatarse de ella, se puso nerviosa. Sentía como su corazón latía más rápido y sus mejillas se tornaban de un ligero carmesí.
—Buenas tardes, Mitsuri —saludó Shinobu con una sonrisa dulce.
—B-buenas tardes, Shinobu-chan —tartamudeó.
—¿Cómo estás? ¿Has terminado los atuendos?
—S-sí, ya están listos —respondió señalando unos maniquíes que tenían puestos unos vestidos coloridos y elegantes.
—Oh, qué bonitos —exclamó acercándose a verlos—. Me encanta tu estilo, Mitsuri. Eres muy talentosa.
—G-gracias —dijo sintiendo como el calor subía cada vez más rápido por su rostro.
—¿Te importa si me los pruebo? Quiero ver cómo me quedan —preguntó
—C-claro, adelante.
Shinobu tomó uno de los vestidos y se fue al probador que había en la oficina. La peli-rosa con puntas verde se quedó esperando, tratando de calmarse. Ella, desde que empezó a trabajar allí, se había enamorado de la Idol, pero lo mantenía en secreto por el cómo reaccionarían sus padres, las personas que conocía y el público en general. Sabía que era un amor imposible, que Shinobu nunca la vería como algo más que una amiga, y que además, ella estaba —por desgracia— comprometida con Obanai. Pero no podía evitar lo que sentía.
La oji-morado salió del probador con el vestido puesto. Era un vestido blanco con mariposas moradas, que le daba un aire de fantasía y elegancia. Mitsuri se quedó sin aliento al verla.
—¿Qué te parece? —preguntó girando sobre sí misma.
—T-te queda... te queda muy bien —respondió la más alta con voz temblorosa.
—Gracias —dijo para posteriormente acercarse a la contraria— ¿Me puedes ayudar a ajustarlo?
—S-sí, claro.
Mitsuri tomó unas agujas y un hilo y empezó a hacer unos arreglos en el vestido. Shinobu se quedó quieta, dejando que la chica trabajara. Mitsuri sentía como su mano temblaba al tocar la tela y la piel de la peli-negra con puntas morada. Sentía su aroma, su calor, su cercanía. Quería abrazarla, besarla, decirle lo que sentía. Pero se contuvo, sabiendo que no podía hacerlo.
—Listo —habló al finalizar.
—Gracias, Mitsuri —agradeció mirándola a los ojos.
Mitsuri se perdió en la mirada de Shinobu, sintiendo una conexión especial. Por un momento, creyó ver un brillo diferente en los ojos de la más baja, una señal de interés, de afecto. Pero quizás solo era su imaginación.
—De nada, Shinobu-chan —respondió bajando la vista.
—Bueno, me voy a cambiar —dijo volviendo al probador.
Mitsuri sintió una mezcla de emociones. Estaba feliz por haber estado con Shinobu, pero también triste por saber que no podía estar con ella. Se sentó devuelta en su escritorio y soltó un chillido ahogado por la frustración.
Después de que Shinobu saliera del probador, hablaron sobre su día, sus planes a futuros y más, siendo una conversación llena de risas, hasta que la Idol se tuvo que ir.
Mitsuri siguió trabajando hasta que llegó el anochecer. Sus padres fueron a buscarla para irse juntos a casa. Al llegar, cenaron en familia, teniendo una conversación amena, tocando a veces el tema del compromiso, haciendo incomodar a la joven.
Después de cenar, Mitsuri ayudó a limpiar los platos para posteriormente irse a bañar. Luego, se dirigió a su habitación, se cambió y realizó las tareas pendientes. Al dar las once de la noche, decidió irse a dormir.
Se metió en la cama y apagó la luz. Cerró los ojos e intentó dormir, pero no pudo. En su mente solo estaba Shinobu, su sonrisa, su voz, su mirada. Se preguntó si algún día podría estar con ella, si algún día podría ser feliz. Se abrazó a la almohada y suspiró. Se durmió soñando con lo imposible.
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