Iguro Obanai, CEO de una importante agencia de Idols, es invitado por su amigo Sanemi a desayunar en un cafetería cerca de su zona laboral. Al llegar, no se siente atraído por los postres y las bebidas que el local ofrece, al contrario, se siente at...
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Era de noche, una noche oscura y silenciosa, como si el cielo se hubiera vestido de luto. Solo algunas estrellas titilaban con timidez, como si temieran molestar el destino que se cernía sobre los habitantes de la ciudad.
Obanai se encontraba en su antiguo cuarto en la casa de su madre, arreglándose de manera desanimada. No tenía ganas de estar presente en la cena que su madre había organizado con los señores Kanroji y su hija Mitsuri.
Había intentado varias veces convencer a su madre de terminar el compromiso, pero ella no cedía. Le decía que era lo mejor para él, para la familia y para la empresa, una de las más importantes agencias de entretenimiento del país. Le decía que Mitsuri era una chica encantadora, talentosa, hermosa y que lo haría feliz. Le decía que era una oportunidad única, que no podía desperdiciar.
Quería salir de esa casa, buscar a Muichiro y pasar una noche agradable con él. Pero no podía hacerlo porque su madre aceleraría el compromiso si se enteraba de su relación, y porque el menor no le contestaba desde que se anunció el compromiso.
Su madre entró a su habitación elogiándolo por lo bien que se veía. Llevaba un traje negro elegante, una camisa blanca impecable y una corbata roja discreta. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, dejando al descubierto su rostro pálido y sus ojos heterocromáticos.
Obanai no dijo nada. Se limitó a mirar a su madre con indiferencia. Ella era una mujer hermosa, de cabello negro y ojos amarillos, vestida con un vestido azul marino escotado y joyas brillantes.
La señora Iguro siguió intentando convencer a su hijo de que el compromiso sería muy bueno para él como para la familia y la empresa. Lo decía de manera suave y gentil, pero en realidad era una forma de manipularlo y presionarlo.
Luego, su madre salió de la habitación a terminar de preparar la cena. Obanai suspiró y se miró al espejo. No se reconocía a sí mismo. Se sentía como un extraño en su propia vida. Se preguntó qué estaría haciendo Muichiro en ese momento. Si estaría pensando en él, si estaría esperando su llamada, si estaría dispuesto a perdonarlo.
Pasados treinta minutos, la señora Iguro llamó a su hijo al comedor para recibir a la familia Kanroji. Obanai bajó las escaleras con desgano y se dirigió al salón donde estaban los invitados. Los señores Kanroji eran una pareja de mediana edad, de aspecto distinguido, sonrisa cordial y amables. Las vestimentas de la pareja estaban combinadas entre tonos diferentes de verdes y negro.
Y Mitsuri, su hija, vestía un elegante vestido negro de manga larga, dejando al descubierto sus pálidos y suaves hombros.
El joven saludó a los Kanroji con educación y se sentó junto a Mitsuri en la mesa. La cena fue agradable para los adultos, quienes contaban sus experiencias en la vida y los preparativos para la boda. Mientras que los jóvenes estaban bastante incómodos. Obanai apenas hablaba, solo respondía con monosílabos cuando le preguntaban algo. Mitsuri intentaba ser simpática y amable, pero se notaba que estaba nerviosa y forzada.