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El heterocromático esperaba con paciencia en la mesa más alejada de la multitud que ofrecía la cafetería donde su tierna pareja trabajaba

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El heterocromático esperaba con paciencia en la mesa más alejada de la multitud que ofrecía la cafetería donde su tierna pareja trabajaba. De vez en cuando, miraba su teléfono, burlándose un poco de Daniela porque la selección de fútbol de su país había perdido el partido, y pensando en cómo le había ido a Mitsuri luego de encerrarla en ese cuarto con una de sus mejores Idols, Shinobu. Dejó el dispositivo cuando un hombre se sentó frente a él.

El hombre era alto, con una presencia que transmitía seguridad y una mirada de un púrpura peculiar que parecía tranquilizadora y amigable. Su cabello negro caía en mechones suaves alrededor de su rostro afilado hasta sus hombros. Vestía un traje impecable que contrastaba con el ambiente relajado de la cafetería.

—Buenos días, ¿Es usted quien solicita de mis servicios? —preguntó el hombre con una voz suave, llegando a ser relajante. El contrario asintió—. Me presento, soy Ubuyashiki Kagaya, será un placer trabajar con usted —sonrió, extendiendo su mano.

—Iguro Obanai —tomó la mano contraria, aceptando el saludo—. El placer es mío.

—¿Desea hablar aquí o prefiere un lugar más privado? —preguntó el hombre, mirando alrededor.

—Aquí está bien —respondió.

Para aliviar la tensión, pidieron algo para consumir. Al ya tener sus pedidos, el de menor estatura empezó a hablar.

—Necesito su ayuda para resolver un problema delicado —miraba su bebida, inquieto. Hablar de ello no era fácil, pero tenía que hacerlo. Formándose un nudo en su garganta, suspiró—. Lo siento... No se me hace fácil contarlo...

—Está bien. Tómese tu tiempo, no hay necesidad que te esfuerces a decirlo ahora mimo, respira y ordena tus ideas —le ofreció una galleta de avena, siendo aceptada—. Puedo ver por cómo tu pierna se mueve de manera tan inquieta y juegas con tus dedos que quieres algo importante, algo que parece afectarte mucho, pero ten en cuenta que estoy aquí para ayudarte, ¿sí? Solo respira —sonrió con amabilidad, relajando el cuerpo tenso del menor. Ya estando más tranquilo y en confianza, formuló su petición.

—Tengo las sospechas de que alguien muy cercano a mí haya asesinado a mi padre —soltó, por fin.

—Lamento escuchar eso. ¿Tienes alguna idea de donde puedo encontrar más información? —preguntó Kagaya, tomando un sorbo de su café.

—Creo que esto le puede servir —dijo, deslizando sobre la mesa el antiguo teléfono de su madre—. Para desgracia, el teléfono tiene contraseña. Además, hace años que dejó de utilizarse.

—No se preocupe, puedo arreglármelas con esto —levantó el aparato, examinándolo para luego guardarlo en el bolsillo de su chaqueta.

Tras una breve conversación, llegaron a un acuerdo. Kagaya se levantó, pagó lo que habían consumido y salió del local.

Café con amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora