(Extra) Minho Stella

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Un plato con una sopa de calabaza, fue a parar frente a Minho. No era su comida favorita, pero tomó la cuchara y comió. No estaba en posición de hacer berrinches, pues no había nada mas que comer en esa casa.

Levantó su mirada, cuando su madre le limpió la boca con un borde de su delantal. Tan bella y tan desdichada. Su madre no hablaba mucho, solo eran sus gestos los que Minho conocía.

Ella volvió a la pequeña cocina donde se ocupaba la mayoría del tiempo, pues ahí siempre tenía algo que lavar o limpiar.

Minho dejó su plato vacío. Tomó su peluche viejo y se sentó en el suelo, mientras jugaba. De vez en cuando observaba a su madre, con esos bellos brotes que llenaban su cabeza, con hermosas flores rojas.

La puerta resonó, era su padre. Despues de tres días fuera, retornaba con ese mismo rostro despreocupado y aburrido. Su madre parecía iluminarse con él, pues como un perro esperando fiel a su amo, ella abrazó a ese hombre y restregó su cabeza en su pecho, causando el rechazo de él.

Su madre no estaba loca, pero poco le faltaba, su naturaleza actuaba por si sola y confundía a su pareja como un Come Flores, quería ser atendida, que se coman sus flores y sentir el riego por primera vez. Pero ella solo consiguió ser empujada al suelo, pues él no la comprendía y le era extraño sus actitudes, que le hacían querer estar mas alejado de ella.

Minho presenció la misma escena de siempre. No lo comprendía a su corta edad, pero le hacía sentir triste.

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Ese círculo vicioso terminó poco despues, ese hombre se fue y no volvió mas. Algunos meses despues, su madre tan solo pasó a formar parte del simple jardín de esa casa en renta. Un árbol de hojas rojas que daba la sensación se estar siempre en otoño.

Mas adelante, Minho la visitó algunas ocasiones, cuando no estaban los nuevos habitantes, se relajaba bajo ese árbol y se atrevía a contarle de sus días en el horfanato. Al menos tenía la seguridad, que ella ya no tenía que pasar por mas dolor, era libre y quizá hasta feliz en su nueva forma.

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—¡Uno, dos! ¡Y tres... y cuatro!

Minho giró dos veces, luego su rodilla derecha tocó el suelo, en sincronía con la melodía final de la canción y extendió los brazos, tal como Stefán le enseñó.

El hombre serio, lo observó como un halcón de mirada sagaz. Él no toleraba los errores, sobre todo ahora, que Minho sería un bailarín profesional.

—Bien. Mejoraste— Acepta.

Minho pudo respirar finalmente. Quería darlo todo y sabía que solo con la experiencia de Stefan, lo lograría.

Tomó la toalla que su maestro le acercó, se secó la frente y el cuello, mientras seguía al adulto.

—Maestro...— Le habló un poco tímido, mientras el mayor apagaba la grabadora.

—Tambien debes descansar, no voy a entrenarte mas por hoy o tus músculos se resentirán. No puedes darte el lujo de lesionarte, ahora que formarás parte de una gran agencia— Le aconseja.

—Eso lo sé. Pero quería hablarle de algo importante— Su voz se redujo otra vez, al sentirse apenado.

—¿Qué? ¿Esos brotes de flores te están dando dolores de cabeza?— Él estaba enterado de las cualidades especiales de su estudiante. A pesar de que al principio se mostró escéptico, Minho se lo enseñó en confianza y tras investigar por su cuenta, igualmente lo apreció.

Minho negó, no eran sus flores, pero se sentía torpe para decirle. Se armó de valor y se plantó delante de su maestro de baile.

—¡Desearía que usted fuera mi representante y me ayude con este sueño. Por favor!— Quizá fue algo dramático, pero Minho se puso de rodillas y juntó las manos. Nada de esto lo habría conseguido, si ese hombre no lo hubiera recibido en sus clases y le hiciera descubrir su talento. —Todo se lo debo a usted y me gustaría contar todavía con su experiencia.

Jardín Azul-GardenverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora