13. El profesor Malfoy

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Maratón 3/3

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Maratón 3/3

Draco se encontraba en su habitación sentado en la cama. Hacía horas que estaba despierto, se había duchado, vestido, ordenado sus papeles y planeado sus próximas clases.

El cielo ya comenzaba a verse más azul que anaranjado. Pero desde luego llevaba despierto desde que aún se veían las estrellas. Al principio pensaba que estaba nervioso por ser su primer día como profesor, pero pensaba en ello e incluso se tranquilizaba más. Pero, cuando dejaba de hacerlo, su mente viajaba automáticamente hacia antiguos recuerdos con cierta pelirroja.

No podía creer que Hillary estuviese viva después de 20 años. Todo lo que había pasado era tan surrealista. Incluso empezaba a dudar sobre si su hijo existía o no.

Lo que Draco tenía claro era que tenía que hablar con Hillary. Había pensado en llamar a su puerta y preguntarle si lo acompañaría a desayunar al comedor. Tras pensarlo por 10 minutos, se atrevió a tomar su carpeta, levantarse de la cama y salir para dirigirse a la torre de Hillary.

No tardó en llegar. Pero tardó en llamar. Se quedó mirando la puerta al menos por 3 minutos hasta que llamó con los nudillos. Notó que comenzaba a sudar; estaba tan nervioso al verla como a los 15 años.

Finalmente, Hillary abrió con esa gran sonrisa que Draco consideraba tan hermosa. Le entristeció que al verlo, esta se borrara.

—Hola —habló Hillary, seca y algo sorprendida.

—Buenos días —Draco pretendía sonreír—. ¿Qué tal has dormido?

—¿Qué quieres? —agudizó la mirada.

Draco sintió que el corazón se le quebraba.

—Venía a ofrecerte que bajaras conmigo a desayunar.

—Gracias, pero sé cómo llegar.

Hillary iba a cerrar la puerta, pero Draco lo impidió. Ella lo miró a los ojos con el ceño fruncido mientras que Draco casi suplicaba con los ojos.

—Hillary, vamos a pasar mucho tiempo aquí. Harry me pidió que te echara un ojo y que te ayudara con las clases. Sé que no quieres hablar conmigo y comprendo que me odies, pero tampoco puedes evitarme para siempre.

Hillary le sostuvo la mirada en silencio. No quería aceptarlo, pero sabía que tenía razón.

Finalmente, suspiró y se metió un momento en su habitación para tomar su cartera y la túnica, la cual se colgó en el hombro ya que tenía bastante calor.

Draco sonrió satisfecho mientras ambos echaban a andar tranquilamente hacia el Gran Comedor.

—Tienes un piano —comentó Draco.

—Sí, es un regalo de Dumbledore. Pensó que me haría bien tocar si en algún momento entraba en crisis —explicó. Tosió y desvió la mirada—. Si... en algún momento quieres tocarlo o escucharme tocar...

Primos Potter: los Herederos de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora