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Hay un chico, uno muy lindo, casi demasiado lindo como para poder ignorarlo.

Su cabello castaño y corto deja medio descubierta su frente, su nariz tan recta y respingada le da un toque tierno a su perfil, acompañado de un cuerpo menudo y una estatura baja.

La primera vez que se cruzó por su campo de visión no pudo pasarlo desapercibido. Y se volvió un hábito el buscarlo con la mirada todo el tiempo.

Cuando estaba en los pasillos de la universidad o en los enormes jardines matando algo de tiempo para su siguiente clase, casi siempre miraba a su alrededor en más de una ocasión, buscándolo hasta que aceptaba que no lo vería de nuevo.
Entonces se levantaba de su asiento de concreto y caminaba a su salón de la facultad o simplemente tomaba su auto y se iba de ahí, con la esperanza de encontrarlo de nuevo.

No creía en el amor a primera vista, lo cierto es que siempre le había parecido una tontería. Una fantasía con la que las personas se excusaban al decir que alguien simplemente les había llamado la atención.

Y no creía que aquel chico de cuerpo precioso había tenido algún efecto de amor a primer vista con él, porque en realidad, no le interesaba lo más mínimo su vida.
Sólo había visto su cuerpo y su manera de sonreír y de pronto su interés había despertado.

Era algo carnal, lo sabía.

Y estaba bien sentir ese tipo de cosas tan carnales sin llevarlas al extremo del amor, sabía que estaba bien porque sabía que no podía permitirse estar enamorado de nadie que no fuera su futuro esposo.

Un futuro esposo que sus padres ya tenían elegido desde hace más de dos años, aunque a él se lo habían dicho desde hace más o menos medio año. Le hubiera gustado que se lo dijeran desde antes para poder prepararse para cuando lo viera por primera vez.

Sin embargo, no podía molestarse ante la tardanza de las noticias, ya que la universidad estaba siendo demasiado divertida sabiendo que no tenía ningún compromiso y que no podía tenerlo.

Así que con veintiún años estaba disfrutando demasiado su tiempo de soltería obligatoria, llevando a chicos a la cama las veces que quería, saliendo de fiesta todas las noches y pagando uno que otro aborto de sus numerosos amantes.

Claramente todo eso sin el conocimiento de sus padres, sabía que si ellos se enteraban de su comportamiento tan cuestionable le reprenderían y ya no lo dejarían quedarse en los dormitorios de la universidad, quizás incluso quitándole el auto o cancelándole alguna tarjeta de crédito.

Aunque también sabía que sólo su madre sería la que terminaría molesta, ya que su padre no podía reclamarle nada, más aún con el conocimiento de que su hijo estaba al tanto de sus negocios sucios y de la manera desvergonzada y salvaje en la que se cogía a algunas de sus empleadas en su oficina o en la casa de verano que tenía a escondidas de su esposa.

Y cuando por fin llegó el momento de conocer al que sería su esposo por el resto de su vida no pudo estar más molesto.

Ese día se había despertado con un chico de cabellos color caramelo a su lado en la cama, completamente desnudo y lleno de marcas en el cuello. Debía admitir que había sido demasiado rudo con él la noche anterior pero no podían culparlo, simplemente estaba furioso.

Realmente creyó que su tiempo de soltería en la universidad duraría más, y no que de pronto le harían dejar todo ese imperio atrás al comprometerlo a los veintiún años.

Ahora debía caminar de la mano del que prácticamente sería su novio por toda la universidad, ahora dejaría en claro que ya no era un hombre soltero y eso le molestaba.

𝑫𝑶𝑵'𝑻 𝑪𝑨𝑳𝑳 𝑴𝑬 ❤︎ 𝙺𝙾𝙾𝙺𝙶𝙸 | 𝕥𝕖𝕣𝕞𝕚𝕟𝕒𝕕𝕒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora