Capítulo Ocho: Ojos bonitos

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Leonardo

Un sonido ensordecedor me hizo levantarme de golpe de la cama, era la alarma proveniente de mi celular. Llevé una de mis manos a la frente para limpiar las gotas de sudor que había en ella y mi rutina diaria volvía a repetirse en un baño caliente, lavarme los dientes, peinar mi cabello y vestirme; bajar por el ascensor, encender el auto y avanzar hacía la universidad.

Eran los últimos días, habían alumnos estresados por los examenes y otros más relajados por tener in pendiente menos. Por mi parte, eran varias pilas de examenes por revisar y calificaciones que registrar en el sistema de la universidad para que los alumnos pudieran verlas reflejadas en sus boletas.

Cuando llegó el último día, me quede con algunos alumnos para aplicarles un examen extra y así pudieran aprobar el examen o morir en el intento y recursarla en el siguiente ciclo. Ese día iba a repetir mi rutina vespertina; un poco de comida italiana, ejercicio y tal vez ver alguna película recién añadida al menú de streaming al anochecer, pero mis planes se vieron frustrados cuando una notificación de mensajes llegó a mi celular a mitad de una aplicación de examen.

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Sam:
Hoy iremos a liberarnos de todo el estrés.
No, no acepto un NO como respuesta.
Alistate, iremos por ti a las 9:00 p.m.

Leonardo:
¿Ok?

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Era Sam, una amiga de la universidad. Hicimos juntos el internado y al acabar la carrera, hicimos la residencia en el mismo hospital.
Por más que tratará de darle un "NO", ella se negaba y siempre se salía con la suya, algo que justo pasaría esa misma noche.

Al llegar a mi casa, busque la ropa que usaría: una camisa blanca, pantalón de vestir color azul marino y zapatos cafés a juego con el cinturón; me bañé, me peine el cabello y me aliste. Revisé mi reloj, faltaba una hora para que Sam llegará y tener que esperar no era una opción para mí.
Comencé a caminar por mi departamento como un león enjaulado; iba de un lado a otro, hacía paradas en mi librero o en la pequeña mesa que había en una de las paredes de la sala de estar, fijaba mis ojos en las fotografías que había sobre ella y una siempre captaba toda mi atención; en ella había una pareja y en medido una pequeña niña, todos tenían una enorme sonrisa, esa bella imagen desapareció cuando incliné levemente el marco y ahora se reflejaba mi rostro lleno de dolor y tristeza. Regresé el marco a su lugar y caminé hacía uno de los sofás, y frente a él había una vista espectacular de la ciudad que ya estaba iluminada y brillaba tan intensamente, gracias al cielo casi oscuro.

Mi celular volvió a recibir una notificación, al abrirla era un muevo mensaje de Sam: “Estamos por llegar, te esperamos en la entrada”. Bloqueé la pantalla del celular y eché atrás mi cabeza, no tenía ganas de salir, prefería quedarme en el sofá sin hacer nada a salir a donde sea que Sam tuviese planeado.

Terminé por levantarme del sofá y caminé a la salida del departamento, antes de salir arregle de nuevo mi camisa y salí de mi hogar; caminé por el largo pasillo hasta el elevador y una vez ahí, ya no había vuelta atrás, pues, justo cuando se abrieron las puertas, Sam estaba en su interior con la vista en su celular, al levantar su mirada me observó y me regaló una amplía sonrisa.

—¡Al fin! —la sonrisa de Sam desapareció, esta cruzó sus brazos sobre su pecho y me miraba con desaprobación.

—¿Qué? —la miré confundido.

Mi Doctor Favorito | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora