Capítulo Cincuenta y tres: Recuerdos y Arrepentimientos

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Nadia

Veía a la gente pasar de un lado a otro, riendo o en silencio, con expresiones felices, serias y algunas hasta tristes. A pesar del ruido que me rodeaba por la aglomeración del centro comercial, me sentía perdida, desorientada y hasta sola.

Cuanto más pasaba el tiempo, más difícil me era olvidar a Leonardo. Lo peor era que Matt había estado intentando de todo para hacerme feliz, sin lograrlo. Una semana antes del 14 de febrero, me pidió que nos viéramos en aquella cafetería donde me había encontrado con Leonardo. Ese día, Matt había pedido un menú especial para nosotros; descubrí también que era amigo del dueño de la cafetería y habían preparado todo para ese día. Cuando menos lo pensé, Matt estaba pidiéndome una oportunidad para intentar algo conmigo, diciéndome que haría lo posible por hacerme feliz. Le dije que sí.

Quería olvidarme de todo lo que había pasado, pero no dejaba de sentirme mal y la culpa me estaba matando por lo que le estaba haciendo a Matt. No era lo correcto; lo estaba llenando de ilusiones, de esperanzas y de ideas erróneas que posiblemente le romperían el corazón. Ya era suficiente con un corazón roto; tener otro sería demasiado. Dos corazones rotos sería peor, pero más horrible era que yo sería la causante de ese dolor, y no se lo deseaba a nadie, mucho menos a Matt, que había sido tan bueno conmigo.

Pudo haber pasado tan poco tiempo, pero lo cierto es que parecía estar suspendida en el aire, dejando que el tiempo pasara hasta darme cuenta de que la última vez que había visto a Leonardo había sido dos meses atrás. Por otro lado, Marco había desaparecido, y estaba más que agradecida por ello; deseaba con toda mi alma que siguiera así, que no volviera a aparecer y que me dejara ser feliz con quien yo quisiera, sin importar si era mayor, un compañero de clases o un profesor. Sin embargo, no era nada de eso, era un amigo. Este último era un amigo que conocí en un mal momento en la playa, cuando estaba siendo acosada y maltratada por un loco.

Matt se había comportado tan lindo en los últimos días que a veces sentía, y me decía a mí misma, que después de todo, podría enamorarme de él en algún momento y que tal vez mi destino nunca fue estar con Marco ni con Leonardo, sino que tal vez era estar con Matt, un chico tan bueno, amable y cariñoso; alguien que estaba intentando hasta lo imposible por hacerme feliz. Pero había un problema. Yo seguía amando a Leonardo, pero regresar con él era una opción imposible. Lo poco que llegaba a saber de él era lo feliz que estaba con su esposa y que a veces faltaba a sus clases para estar con ella. Incluso llegué a sentir celos y envidia por el trato que ella estaba recibiendo, uno que me habría encantado recibir sin la necesidad de estar enferma.

Había olvidado por un momento en dónde estaba hasta que sentí una mano posarse sobre mi hombro. Al principio, brinqué en mi lugar y busqué al causante de mi reacción.

—Llevo hablándote un buen rato —dijo, poniéndose en cuclillas a mi lado—. ¿Estás bien?

—Sí —le sonreí—. ¿Alcanzaste a comprar el helado?

—Sí, toma este —me pasó un barquillo en forma de pez, relleno de helado en su interior—. Debes decirme si te gusta.

—Okay. Aquí voy —giré levemente el pecesito para buscar un lugar donde morderlo, temiendo que se rompiera y el helado cayera al suelo.

Al encontrar el lugar correcto para evitar un derrame, di una pequeña mordida donde se acumulaba el helado de color blanco. El sabor que sentí en mi boca fue espectacular; era dulce y ácido a la vez, muy parecido al sabor de un yogurt natural. Era tan delicioso que me hizo dejar escapar un suspiro de satisfacción.

Mi Doctor Favorito | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora