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Nadia
Una nueva mañana y un nuevo día, era martes y la semana ya no me parecía tan horrible y pesada como lo creía en día anterior.
No hacía tanto frío, estaba fresco y el aire no quemaba por estar helado, aún así, mi excusa de "hace mucho frío" fue suficiente para usar el detalle de Leonardo. La tela de la bufanda calentaba lo suficiente como un abrazo a mi cuello.Desde que salí de casa, no dejaba de sonreír, mi corazón se alimentaba del recuerdo de Leonardo para bombear tanta sangre que ninguna extremidad se congelaría. A pesar de que iba de camino a la facultad y todo a mi alrededor parecía tan monótono, para mí era un día esplendido. Estaba lista para iniciar mis clases aún si no había dormido nada la noche anterior.
Llegue al salón, me senté una de los lugares al fondo del salón y me quede viendo hacia el pizarrón todo el rato hasta que llego Sarah.—¡Tú me las vas a pagar! —me señaló desde la puerta. Todos voltearon a verme.
—¿Eh? —fruncí el ceño confundida. No sabía de que estaba hablando o que había hecho mal.
—No te hagas la loca. —se acercó a mi con una expresión furiosa.
—¿De qué hablas? —me eché hacia atrás, pegando mi espalda con el respaldo de la silla.
—¡Tú...!
—¿Qué es lo que está ocurriendo? —la voz del profesor de bioquímica interrumpió a Sarah. Ella se disculpó mencionando que era actuación y sd sentó a mi lado.
—Tú no te salvas. —susurro cerca de mi oído.
El profesor dio inicio a la clase y continuamos con el último tema visto y aviso de la fecha del primer examen. Mi felicidad provocada por el recuerdo de ayer, fue desplazada por el estrés y la ansiedad por ese examen. La vida me vio muy feliz y quiso castigarme.
La clase acabó, Sarah y yo ibamos de camino a la siguiente clase que tocaba, pero nos avisaron de que la doctora no asistiría. Tomamos rumbo al jardin de la facultad y encontramos una mesa lo suficientemente larga, de piedra y con techo.
—Ahora si, por fin vamos a hablar. —dio una palmada a la mesa.
—¿Sobre qué? —dije sacando un topper con mi desayuno.
—¿En dónde estuviste ayer? De la nada desapareciste y solo contestaste con un “luego hablamos” —con sus dedos hizo las comillas la última frase.
—Pues...
—¡Dímelo! —dio varias palmadas contra la mesa.
—Con el...Doc. —sonreí.
Sarah paso de una expresión enojada a estar sorprendida y por último a estar emocionada, dio un grito tan agudo que hasta los perros pudieron escucharla y como una clase de foca, dio un sin fin de aplausos.
—¡No te creo! —chilló.
—¡Es verdad! —reí—. Todo paso tan rápido y luego tan lento. Y de pronto, ya estabamos en la cafetería.
—¿Cafetería? ¿Cuál cafetería?
—Ah, una que él conoce y me llevó a ella. —expliqué.
—¿Y qué te dijo o qué hicieron? —inclinó levemente su cuerpo sobre la mesa.
—Pues... sólo tomamos un café y hablamos del porque elegimos la medicina como carrera. —continúe explicando.
—¿Es... en serio? —levantó una ceja.
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Mi Doctor Favorito | ✔
RomansaAnsiosa, reservada, algo antisocial pero a la vez tan extrovertida con las personas de confianza, seria, nerviosa; estas y otras características más son con las que describen a Nadia Rodriguez las personas que la conocen. Ella, una chica de aproxima...