Extraño

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El Conejo de Pascua. O solo "Conejo" como es conocido en su tierra natal.

Es una historia más que conocida. Recorre el globo de cuando en cuando al ser recitada para infancias y leyendas. Existiendo entre los agregados culturales que permiten los susurros entre secretos y sonrisas.

Sin embargo, carece de cierta información clave que todo mundo parece ignorar. O quizás, es que nadie se ha detenido a pensarlo.

¿De dónde viene este Conejo? ¿Por qué dedica tanto tiempo a entregar felicidad en forma de huevos de chocolate a niños de todas partes, escondiéndolos como si su intención fuese otra?

Bueno, para comenzar es por que no es un conejo.

Siendo más precisos, este individuo es algo que los humanos llamarían "extraterrestre".

Hace muchos años, antes de que la Pascua y la Cristiandad se mezclasen en el mismo concepto abstracto, él cayó de una nave que estaba de visita tras una parada que no duró más que unos segundos en el lugar preferido de todos los alienígenas en el universo: Una granja.

Como un cachorrito de extraterrestre, Conejo estaba asustado. Temeroso de lo que podría pasarle en ese extraño planeta, lejos de su familia y de todo lo que conocía. Todo había pasado en un momento. En un instante. ¿Se darían cuenta alguna vez que no estaba más? No era algo de su especie el considerar a aquellos que se habían quedado atrás. ¿Tan pronto sería el final de todo?

Con esto, la Tierra sintió la injusticia de su desdicha y conmovida, guio a esa vulnerable criatura hacia una gallina que justo ese mismo día, había perdido sus amados huevos. Aquellos que tanto esfuerzo y sufrimiento le habían costado a diferencia de sus compañeras. Su alma, rota. Una madre sin nombre sin su tesoro.

Mientras vagaba en su soledad y tristeza descubrió a Conejo e inmediatamente, sin dudarlo, lo colocó tan pequeño como era, debajo de su ala protectora. Nadie lo miraría si quiera. Ella, sería ahora su madre. No fallaría otra vez.

Ambos habrían perdido, pero el destino y las lágrimas sobre la enternecida Tierra, se habían encargado de que ambas plegarias se encontrasen como un tesoro entre matorrales.

Tres noches enteras pasaron y Conejo empezaba a sentirse enfermo. La comida que su nueva madre le ofrecía no era suficiente, y la fiebre y la debilidad cada vez cobraban más terreno en su pequeño y suave cuerpecito.

Inclusive con todo el amor que le tenía, la muerte no parecía lejos, si no solo esperando un descuido. Un parpadeo entre la vigilia que le permitiese reclamar lo que aquella gallina le había negado. Una criatura tan frágil defendiendo fieramente a ese nuevo individuo que oscilaba de un lado a otro con hilo de existencia.

Se cansaría, alguna vez. La muerte esperaría. Después de todo, su negocio era paciente.

Eso, hasta que una niña descubrió una vez más, a Conejo. Y con esa complicidad y secretismo que solo los niños tienen, le ofreció un pedazo del chocolate que traía con ella. Un acto de fe y lógica en un infante de corazón puro, la única nieta de la vieja pareja a la que pertenecía ese lugar. Una sola palabra al ver que tenía pelaje: "Conejo."

Aunque la muerte espera a todos por igual, con aquella niña retiró la vista. Cegada con la brillantez de una vida que resplandece con posibilidades.

Fue algo simple, pero fue suficiente para mantener a Conejo con vida. Suficiente para permitirle conocer el mundo que lo había recibido por segunda vez.

A medida que crecía más y más, se prometió algo a sí mismo en una deuda de honor que ahora es tan poco común ver: Pagaría la amabilidad de aquella niña con la misma moneda, sin importar qué.

Huevos, por aquello precioso que perdió su Madre. Chocolate, por esa niña y su mano redentora tan gentil, permitiéndole vivir.

Y todo... lleno de colores por que para él era de lo que la Tierra estaba hecha.



Prompt: Crea un origen para el Conejito de Pascua.


"E" es por las ExcusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora