—¡Qué tal! Muy buenas tardes, mi nombre... —La puerta número diecinueve se cerró abruptamente en su nariz y Osina suspiró nuevamente.
La primera vez consideró que había sido algo sumamente grosero y retrocedió un paso, ofendida. Inclusive trató de tocar a la puerta nuevamente, pero después de los gritos, decidió que lo más sabio era dejar a sus vecinos ser.
Tal vez no les gustaban los extraños.
¿Qué tan difícil podía serles el ser amables? Solo estaba tratando de conocer gente. Alguien a quien decirle "buenos días", "buenas tardes, "buenas noches". Alguien a quien le pudiera comentar acerca del clima, pedirles que regasen sus plantas mientras no estaba y que ella a cambio cuidaría a su gato. Algo así.
Un perro... un perro ella trataría, siendo que les guardaba un profundo terror. Y ellos no la querían tampoco, en todo caso.
Arrastró sus pies hacia la siguiente puerta e inhaló profundo para tratar de tomar fuerzas. Los pastelillos en su cesta no tardarían mucho en empezarse a humedecer y ella estaba comenzando a cansarse y a entristecerse por el continuo rechazo de sus vecinos.
Osina sabía que quizás su rostro no era la mejor tarjeta de presentación, pero había confiado que su acento y a sus modales la ayudarían. Sin embargo...
Cerró sus ojos; el dolor de la aldaba de hacía tres puertas atrás le había dejado una advertencia sobre la ceja en un ritmo que aun pulsaba diciéndole que ya era hora que se pensara regresarse a su departamento.
Era doloroso, pero tal vez mudarse allí no había sido la mejor de sus ideas.
Recogió su mano hacia su pecho, insegura si debía de tratar una vez más.
La puerta susurró un suave clic y alguien giró el pomo, abriéndola y permitiendo que el olor limpio de una casa bien atendida llegara hasta su nariz.
Sorprendida, Osina retrocedió nuevamente, justo como al comienzo de su travesía. El contacto tomándola desprevenida con esa primera oportunidad de conocer a su vecino.
La casa estaba iluminada y limpia. Era bonita y discreta, y desde donde se encontraba pudo ver un librero lleno de pocos, pero interesantes volúmenes y un florero blanco. Dentro, tenía flores frescas y los colores resaltaban como si fuesen piedras preciosas en un pañuelo de lino. Las curvas del marco dorado brillaban contra la luz que lo bañaba, encerrando un retrato que reconoció como una réplica muy famosa que colgaba contra la pared, salpicándola de carisma.
Osina no pudo encontrar a nadie con la vista y nerviosa de quizás haber abierto la puerta de alguna manera, dio otro paso hacia atrás, tratando de llegar a una solución de su descuido.
—¿Esos son pastelitos? —Una vocecita preguntó. Osina miró hacia abajo, al origen del sonido y una pequeña niña con grandes ojos oscuros le devolvió el gesto. Estaba balanceándose de un lado a otro inquieta, como si estuviese tratando de contener sus emociones y al mismo tiempo, de no explotar. —Lo siento. Hola. —Comenzó de nuevo en ese cantarín proceso que los niños adquirían cuando coreaban algo que les habían enseñado con paciencia, insistencia y repetición. —Mi nombre es Lani. Tengo cinco años. Esta es mi casa, pero mis papás no están. Puedo tomar un mensaje... —Hizo una pausa mientras sus ojos se movían despacio hacia la canastilla y rápido volvían a los de Osina. —O un panquecito... —
Osina buscó detrás de ella, en parte preocupada porque una niña tan pequeña estuviese sola abriendo la puerta y en parte asustada de que en cualquier momento un sartén volador se estampase contra su cara acompañando el grito de una madre alarmada o algún otro familiar.
Afligida, se agachó para estar a su mismo nivel; de un pronto ansiosa por la calidad de su aliento, pese a que se había lavado los dientes tres veces antes de salir de su casa para tratar de dar la mejor de las impresiones.
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"E" es por las Excusas
Fiksi UmumColección de 31 historias tontas originales por el mes de Enero. "Es bueno tener algo de talento para ser escritor, pero el único requerimiento real es la habilidad de recordar la historia de cada cicatriz." -Stephen King. Una idea que será manipul...