Espejismo.

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Había agua.

¡Agua! ¡Agua por fin!

Dulce, preciosa, maravillosa sangre líquida de la tierra que daba vida a sus hijos en un bendito beso de piedad sempiterna. Fresca, magnánima y gloriosa para darle otra oportunidad en la trasparencia que reflejaba el cielo para señal de que probarla era estar ahí.

"Más cerca del cielo de una manera o la otra." Dijo la voz de su conciencia, que sonaba familiar, pero nunca como la propia.

Atka sintió que su corazón saldría de su pecho en una explosión de alivio y emoción que pensó, sería similar a lo que los fuegos artificiales sentirían si pudieran hacerlo.

¿O era por estar exhausto? ¿Cuántos días habían pasado ya?

Podía sentirlo galopar en su garganta y estaba seguro, conseguiría seguir subiendo a punta de palpitaciones hasta su boca hasta salirse en una estrepitosa tos que haría que cualquier fumador empedernido palideciese con la mano sobre el pecho en ese tipo de juicio que solo cierta posición te permite.

¿Cuánto se necesitaba para empezar a alucinar cosas?

Seguro lo escupiría sobre el suelo como un gato escupiría una bola de pelo particularmente tediosa y tendría solamente un par de preciosos segundos para pensar en si comérselo de nuevo le devolvería la vida, solo para morirse haciendo contacto visual dubitativo... Pero ¡qué importaba! Todo lo que quería, todo lo que necesitaba, era un solo trago, un último sorbo, un último beso de esa refrescante y cristalina agua. Solo eso y hasta moriría feliz.

Se relamió los labios y usó lo que le quedaba de fuerza para tirar de su ya exhausto cuerpo un poco más cerca de su inalcanzable meta, cayendo de cara contra la arena sin si quiera conseguir plantar sus más que cansados pies. Quienes habían decidido rendirse sin más. Abandonándolo.

No sería la primera vez.

"Tal vez moriré aquí... Tan cerca. Como un estúpido. Cerca del agua, pero lejos de Iram de los Pilares. Perdido en medio de la nada... Sin conseguir nada. Ah, mi mamá va a estar increíblemente enojada por haberme salido de la carrera para esto..."

Sus ojos se cerraban solos. Un parpadeo cansado y otro que le siguió tan cerca que se sintió como el mismo. Lento, indivisible, agotado.

Fue en ese último en donde a través de sus pestañas, casi como una sombra traspasándose por los poros de una tela a contra a luz, pudo vislumbrar a alguien cerca del agua.

"Hey..." Pensó, incapaz de conseguir que la palabra siquiera se asomase por sus labios. Un croar que si hubiese tenido más energías, lo habría espantado.

Quizás el extraño podría ayudarle. Quizás podría arrastrarlo.

"O matarme. Ya aquí en medio da lo mismo si es más rápido..."

Quizás...

"No te rindas."

Atka abrió sus ojos una vez más, con lo que sentía sería su último esfuerzo, pero el extraño no estaba más cerca. Si lo había visto, estaba escogiendo ignorarlo, pero si no...

"Una vez más."

Parpadeó, odiando el sol más que nunca. El sudor provocando que la arena se pegara a su cara convirtiéndolo en un absurdo pedazo de pollo empanizado.

Mientras luchaba por enfocarse, podía escuchar dentro de su cabeza la fastidiosa voz de Kin diciéndole que seguramente más temprano que tarde tendría que usar lentes, quisiera o no.

¿Había sido siempre la voz en su cabeza? Ya era difícil saber.

Trató de concentrarse en el individuo, entrecerrando los ojos con la esperanza de así, poder concluir si en realidad era una persona y no estaba haciendo el ridículo en sus últimos momentos suplicándole a una palmera particularmente fea o a un camello flaco. O quizás a un mono alto...

"E" es por las ExcusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora