Sin Nombre

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El hombre me pregunta por mi nombre.

Está enseñando sus dientes en lo que supongo, es un gesto que trata de asegurarme que no quiere hacerme daño. No está ayudando.

¿Por qué me mostrarías tus dientes si tus intenciones son buenas? Que criatura tan extraña.

Aunque igual estaría bien si no lo son, siendo que ahora tengo el tamaño necesario para defenderme como iguales. Pero como sea, no poseo aquello que pide. Mi raza no tiene la necesidad de esos... sonidos.

Al menos no alguno que alguien dentro de esa prisión sin pelo pudiese entender. Sin embargo, por lástima, termino escogiendo una palabra similar a su entendimiento.

—Strider. —

—Ese es un nombre muy masculino para una chica. —

No que yo sea una chica, pero eso tampoco parece ser algo que entienda. Está bien. No tengo interés alguno en él.

No es bueno si quiera como alimento, así que solo continúo con mi caminar. Apenas y un segundo en la mirada que no reposa nada en semejante mamífero tan inoportuno.

No muy lejos, una canción que amo está siendo tocada. Cortos y rígidos murmullos que terminan con un clic que reverbera en ondas tajantes.

Muchas. Muchas. Suficientes.

Pasos pequeños que arañan el suelo. Uno tras otro. La separación de las piedras de la tierra.

¿Puedes escuchar eso, humano?

Seguramente no. Seguramente el humano estará ocupado con su conversación. En su interés por el nombre. Su interés en ser una chica. U hombre. O mujer. O niño.

No pueden ver lo que es importante. Tantas cosas a las cuales prestarles atención. Si las pierde, se irán volando. Y quedará con hambre. Pero eso es cosa suya.

Uno no asiste a quien debe fallecer. Es aprender o perder. Y yo he aprendido bien.

El hombre grita el nombre. Y apenas y sé que me habla a mí.

¿Qué es un nombre sino un intento absurdo de amarrar un alma? La vaga idea de tratar de poseer una pieza de existencia. Ilógico. No existen los nombres. No existen las palabras.

Solo sonidos y la canción.

Mientras empujo entre los arbustos, finalmente puedo verles. Saltando felices de un lugar a otro. Ojos negros y vacíos que tratan de estar en todos lados a la vez.

Tan delicioso. Tan maravilloso.

¿Será más sencillo acercarme a ellas así? La prisión sin pelo hizo que el hombre se aproximase por sí solo. ¿Será lo mismo para ellas?

Una gallina miró a Strider, pero no cantó. No gritó. No alertó a las otras. Dentro de dicha gallina, una alarma pulsó confundida en el tema que sus ojos trataban de reconocer. Una sonrisa cerrada que prometía semillas. Maíz. Pero también, una que terminaba en una esquina filosa que algo en el interior de la gallina deseó poder recordar.

Era rojo y olía como metal. ¿Qué era? Oh. Así era la vida de una gallina. Cerró sus ojos un instante. Uno que se extendió hasta las estrellas. ¿Qué había pasado?

El olor a metal y el rojo habían vuelto. No más cacareo fuera de tiempo.


(Prompt: Un zorro humano.)


"E" es por las ExcusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora