Anhelo

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Hoy hay mucho viento.

Como si Dios estuviese enojado conmigo.

Últimamente, he pensado que Él ha estado cada vez más molesto conmigo y supongo que es justo. No he seguido más su camino, pero mi espalda quedó lastimada en El Trabajo y cada vez que me muevo unos centímetros hacia abajo, grita con una penitencia que no me merezco. No señor.

No me lo merezco; pero justo como en La Palabra, lo llevo conmigo orgullosamente.

Algunas veces este tipo de cosas son pruebas, para ver si maldecimos en contra del Señor. Y yo no permitiré que el Todopoderoso frunza el ceño ante mis palabras. No tomaré su nombre en vano. No renegaré de la carga que me ha impuesto. He fallado suficiente sin continuar con La Obra.

Soportaré hasta que la recompensa llegue desde el cielo en abundancia. Y sé que vendrá. Así lo dijo.

Después de todo, es una herida vieja. Una herida de batalla, si quisieras verlo así. Una prueba de que he trabajado diligentemente en mi Misión y, en todo caso, es más una medalla de honor que un castigo.

Por que así se reciben estas cosas. ¿Entiendes?

La recibí allá por 1985, en el Hotel Desperado.

Pensé que era un nombre gracioso cuando lo vi, y ahora me lo parece aun más. Aunque más romántico. Los recuerdos suelen hacer eso.

Volverse románticos.

Pero eso está bien. A la vida le hace falta romance. Le hace falta amor para hacer las cosas como deben hacerse.

Bien hechas.

Como ella.

Ella era muy buena. Su nombre era Daphne. O... ¿Era Doreen?

A esta edad, es difícil recodarlo. A esta edad, todo se vuelve más difícil.

Una niebla se mete entre los recuerdos más preciosos, desdibujando la delgada línea donde uno ha trazada sus más atesorados detalles. Sus más divinos bocetos de la capilla que hemos vivido y creado. Pero pelearé contra esa niebla también. Existen cosas que no han trazadas sino talladas. Grabadas.

Grabadas es la palabra. Grabadas en mi alma.

Para siempre.

Como su sonrisa.

¡Y qué sonrisa!

Eso es algo que recuerdo perfectamente. Me parece que ni siquiera en valle de sombras y muerte la olvidaría. Está nítida dentro de mí. Dientes blancos como una modelo de revista, con las piernas más largas y perfectas del lugar.

Su voz era tan bella; como humo que se curva en la noche en líneas exóticas de algún incienso extranjero en un cabaré de lujo. Tenía la aterciopelada textura de las rosas y el perfume de las calas puritanas.

¿Sabías que las calas se asocian con la Virgen María? Aunque bueno, no había nada santo en esta mujer en particular. Al menos no fuera de la cama. ¿Entiendes?

Oh, su idea era ya una bendición.

Su cabello, era un rojo llameante que parecía ser artificial, si sabes a lo que me refiero, se movía en el viento como una bandera de cobre; haciéndola ver como una ninfa salvaje, tentando buenos cristianos para cometer las más maravillosas y terribles cosas. Pecados.

Incitándonos a pecar.

Era poesía. Una canción. Un mito.

A veces, aunque no me gusta decirlo era como una diosa. Pero esto es entre tú y yo.

El viento se ha agitado otra vez y los huesos me reclaman, desde abajo hasta mis hombros y en esa lesión otra vez. Como decía, me parece que es El Señor.

No soy bueno ya si quiera para suplicar. Las rodillas se lamentan cada vez que trato de sentarme y eso también, aunque herida en el Campo, me hace pensar.

Dios obra de maneras misteriosas y el diablo, en ocasiones, más. No debí de haber dejado La Obra, pero sentí que no me quedaba más. Así que solo me queda extrañar.

Extrañar el Trabajo. El Campo. La Obra.

A Ella.

A veces aún extraño ese par de ojos de zafiro; tal vez dejó mi vida más pronto de lo que debería, pero su espíritu se quedó conmigo desde ese momento hasta ahora. Y me parece que mientras esté en aquel lugar, lo hará hasta el final. ¿No lo crees? Su risa de campanilla y sus labios de tentación.

Mi nieto me preguntó por ella un día, cuando encontró una foto suya entre mis viejos libros. Tal y como la vi aquella última vez.

Estaría feliz de hablarle de ella, después de tantos años sin decir nada. No me gustaría que fuese olvidada. No lo merece.

Pero verás...

Aún es muy joven para saber en dónde la enterré.


(Prompt: Un anciano está sentado solo en un jardín. Describe sus pensamientos y humor.)


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