Lejos

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Lentamente, un movimiento de cuadro por cuadro.

Escena por escena se formaba una película que parecía estar en proceso creativo, pausa una vez y dos veces más. ¿Se movió al final?

Pedazos del mundo que transitaban en una caminadora infinita, rehusándose a ir con el flujo de todo lo demás sobre la Tierra, resistiéndose un poco más con débiles manos que se aferraban al pasado, existiendo entre fantasmas en su lugar. ¿Era eso el cielo? ¿Era acaso el infierno?

Era difícil saberlo.

¿Cuál era la diferencia?

Podía escucharse a sí misma respirar. Un silbido rítmico que venía desde dentro de su cráneo. Por dentro de la caverna que en algún libro había visto que formaba su hueso. Sumersión submarina con un casco de buzo propio, distanciada de sus propios pensamientos.

Blub, blub, blub.

Los astronautas sonaban igual, pero ciertamente prefería el agua. Al menos esa sabía que se sentía igual.

Adentro. Afuera.

Largas líneas que silbaban más en su lentitud intransigente.

¿Alguien más lo escuchaba? Era bastante sonoro, pero ciertamente tranquilizante.

Si cerraba sus ojos, podía escuchar el tambor también. El lento palpitar de su corazón dentro de su cuerpo, perezosamente cantando una nana de una niñera que ya se estaba quedando dormida. Una canción de cuna que era más efectiva para quien la invocaba que para quien estaba dirigida. Magia inversa.

Un dispositivo mecánico que había sido arrancado de su entorno industrial, depositado en tejido suave por la mano de una profesional. Bombeando el músculo con paciencia, talento y misericordia para ayudarlo a circular la sangre en la carretera de su sistema. Calculado trabajo que tenía que contabilizar.

"Uno, dos, tres. No me deje morir, enfermera invisible."

¿Era ese un pensamiento adecuado para una niña de diez años? ¿Era si quiera apropiado para existir? Si era un pensamiento y si tenía algo de sentido entonces era apropiado, adecuado... ¿Cierto?

¿Cuáles eran las reglas de los pensamientos? No parecía haber más que la existencia. No era como si pudiera controlarlos tampoco. Así, eran un barco que navegaba sin timón, a la deriva. En las olas del más allá. Ella solo estaba abordo, sin nada más.

El aire llevaba en espirales ese polvo dorado que se reflejaba contra el sol. Confeti caleidoscópico que bailaba alrededor en resplandecientes curvas de misterio. Como polvo de hadas. ¿Los adultos podían verlo también? Cada vez que preguntaba, le respondían que no existía tal cosa y aun así, ella podía verlo frente a su nariz. Innegable.

Un constante zumbido que interrumpió nuevamente, filtrado por su pared de indiferencia. ¿Qué quería esta vez? Era como un helicóptero sobre su cabeza. Nadie más parecía poderlo oír.

"Está en tu mente." Otra vez. Siempre. Todo ahí.

Finalmente, se enfocó en el papel enfrente suyo. Mágicamente respondido en lápiz rojo que era incapaz de recordar haber tocado. Seguramente, habían sido las hadas otra vez. Eso o tenía que afrontar la idea de que tal vez, estaba en efecto, poseída.

"¿Demonio? ¿Hiciste mi trabajo?"

...

Nadie respondió. Pero quizás solo era tímido.

Parpadeó y el ardor de una lágrima trepó una vez más escaleras arriba. Había olvidado parpadear de nuevo.

Qué hechizo más extraño.

Desde lejos, la vibración trajo consigo un suave toque sobre su hombro y entonces, la campana la alcanzó mientras se desvanecía, cada uno de los sonidos volviendo a ella en conjunto como canicas en un embudo, consiguiendo pasar por fin.

—¡Eso es todo por hoy niños! —

Tal vez ella era el demonio en cuestión. Ser un niño era extraño. Que lento pasaba el tiempo, incluso cuando solo había sido una insignificante hora.

(Prompt: Hora.)


"E" es por las ExcusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora