El calendario le devolvió la mirada acusadoramente.
Sigma estaba consciente que dos semanas habían transcurrido ya completas y quizás, era hora de intervenir, sin embargo...
—¡Ella será mía! ¡Ni siquiera sabes como amarla propiamente! ¡Como tratarla! ¡No eres nada más que un patético y asqueroso plebeyo! —
—¿Ah sí? ¡Pues al menos yo sé que alguien es más que solo su dinero! ¡No mereces siquiera saber su nombre! —
El acero de ambas espadas se encontraba constantemente; chocando con cada palabra en esa conversación de armas, mientras ella en la torre seguía con abstracto interés, no a los dueños de aquellas incoherentes palabras, sino a las chicas que emergían de cada golpe y cada roce de metal contra metal.
Tan bonitas. Tan coloridas.
Las chispas de acero volaban en la lejanía como semillas de diente de león, danzando en el viento contra el cielo rosa que descendía como un tapiz discreto a morado que eventualmente se convertiría en noche.
El sonido resultaba casi como una canción de cuna, y la mano de Sigma estaba empezando a cosquillearle mientras su rostro descansaba contra ella. Durmiéndose por su posición fija desde hacía más de veinte minutos.
Quien fuese que pasase cerca, probablemente pensaría que estaba enamorada.
Enamorada del caballero, enamorada del plebeyo. Enamorada de la pelea, enamorada de la idea.
Pero ninguna de esas cosas estaba correcta.
Sigma no estaba interesada en nada de eso de esa forma. De hecho, Sigma ni siquiera estaba observándolos de verdad. Solo estaba contemplando el pasado desde su ventana. Contemplado años y años de historia que otros balcones como ese le habían ofrecido. Las canciones que las espadas le habían dado. Las pinturas que la sangre le había obsequiado.
¿Eso la volvía alguien maligna?
Un suspiro emergió de sus labios que provocó que, incluso cuando esos dos estaban a una distancia en la que algo como eso resultaría imposible de escuchar, los detuvo inmediatamente de su pelea. Ambos hombres mirando hacia arriba con esa expresión obsesionada que se parecía tanto al amor de las polillas por el fuego.
Ella tomó eso como la oportunidad justa para despedirse, agitando sus bellos y largos dedos y, como cualquier otra noche desde que esa obra había comenzado, cerró su cortina detrás de ella.
Dentro de la oscura cámara, una pequeña luz nació de un tímido cerillo. El crujiente sonido otorgándole confort y seguridad. La flama pasó de un salto precavido a la mecha de su vela favorita y con más que un poco de tristeza, ella se percató de cuan consumida la colorida cera estaba. Devorada por esas nocturnas y regulares visitas de su anaranjada compañera.
—Me disculpo. —Murmuró a la vela. —Parece que mi destino es únicamente destruir, pero... le aseguro; me ha resultado maravillosa su presencia. Más que la de cualquier hombre, si eso es de ayuda alguna. —
No hubo respuesta, por supuesto. Su voz apenas y provocó que la flama titilara en la cima de la vela; tan callada como fue.
Sigma se enfocó en el espejo para encontrarse una vez más, con la desconocida en él.
Miró con dedicación y detenimiento. Cada ángulo de su cara siendo analizado con la paciencia que los años le habían enseñado. O que la habían forzado a aprender...
Sus ojos vagaron lentamente entre las líneas que dibujaban su identidad y su maldición y nuevamente, Sigma no pudo encontrar allí el motivo del escándalo.
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"E" es por las Excusas
General FictionColección de 31 historias tontas originales por el mes de Enero. "Es bueno tener algo de talento para ser escritor, pero el único requerimiento real es la habilidad de recordar la historia de cada cicatriz." -Stephen King. Una idea que será manipul...