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Sucesos previos a la titanomaquia.

Ante ellos se alzaba la soberana de los titanes, majestuosa y etérea, a pocos metros de su posición. Era una excepción presenciarla abandonando la penumbra de su recámara, pero allí estaba, tal y como los relatos habían susurrado. Su belleza era deslumbrante, superando cualquier descripción conocida, y su mera presencia era capaz de evocar ternura en los corazones de aquellos afortunados que la contemplaban.

Sin embargo, para Helia, la contemplación de aquella mujer, gobernante de los titanes, provocaba en su interior una profunda melancolía. Podía percibirlo en el brillo apagado de su semblante, en los matices ocultos tras su máscara de belleza.

—Madre...— susurró Hades, dejando escapar las palabras con asombro. Pues las ocasiones en las que había tenido la oportunidad de contemplar a su progenitora eran escasas y se contaban con los dedos de una mano.

Sus hermanos, sin duda, compartían su sorpresa. Helia podía percibirlo en sus rostros, a pesar de que se esforzaban por disimularlo. Sin embargo, el palpitar de su inquietud se aceleró cuando los pasos de Rea resonaron, acercándose cada vez más a donde estaban.

Cuando la sublime figura de Rea se situó frente a ellos, todos inclinaron reverentemente sus cabezas, rindiendo homenaje a su majestuosidad. 

Y Helia no fue la excepción. 

Sentía que su presencia allí parecía sobrar y, justo cuando se disponía a solicitar permiso para retirarse, sintió cómo la mano de Hades se entrelazaba con la suya, como si le pidiera que se quedara. Con delicadeza, él le ofreció una pequeña sonrisa, invitándola a acercarse a su lado.

—Mis amados hijos...— susurró Rea, su voz cargada de melancolía, mientras sus ojos recorrían con ternura y una profunda tristeza a cada uno de ellos. Un sentimiento indescriptible se reflejaba en su mirada —Cuánto han crecido—añadió, esbozando una sonrisa nostálgica.

Con su mano pálida y delicada, acarició la mejilla de Hades, quien se tensó ligeramente ante su contacto, apretando con mayor firmeza la mano de su amiga, como buscando apoyo en ese instante.

—Aún guardo en mi memoria el día en que naciste, Hades, eras un pequeño tan sereno y tranquilo. Pero luego vino Adamas, que nunca dejaba de llorar— rió suavemente, desviando su mirada hacia su segundo hijo, quien solo pudo esbozar una sonrisa llena de pesar —Y Poseidón, querido, tú nunca emitiste un solo llanto, parecías estár siempre en silencio desde el momento en que llegaste al mundo— se acercó al rubio de semblante imperturbable, tomando su mano con delicadeza y para sorpresa de Helia, Poseidón no mostró resistencia alguna —Y Zeus, tú siempre fuiste un caso aparte —añadió con una broma en sus labios.

De repente, los ojos azules de Rea se encontraron con los de Helia, quien bajó la mirada rápidamente, temiendo lo que pudiera suceder a continuación.

—Helia, ¿no es así? Eres la viva imagen de tu padre— aseguró, dejando a la chica boquiabierta de asombro —gracias por cuidar de ellos— sus últimas palabras se deslizaron en un tono apenas perceptible, que solo Helia fue capaz de escuchar —Lamento todo lo que ha ocurrido— añadió, dirigiendo su mirada perdida hacia sus hijos.

Y sin decir más, se retiró nuevamente a la oscuridad de su habitación.

Poseidón fue el primero en abandonar el lugar, seguido por Adamas y Zeus. Sin embargo, Hades permaneció inmóvil, con la mirada cargada de aflicción fija en la dirección por donde su madre se había ido. Helia lo observó en silencio, comprendiendo su estado emocional, y con suavidad, acarició la mano de su compañero con su pulgar, transmitiéndole consuelo sin palabras.

━━𝐏𝐑𝐎𝐌𝐈𝐒𝐄 《Hades》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora