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Intentó en vano enfocar su atención en el montón de papeles que se acumulaban frente a él, pero su mente parecía estar en otro lugar, incapaz de descifrar el contenido de aquellos pergaminos que habían sido enviados con tanto afán. Una mezcla de agotamiento y preocupación se apoderaba de él, reflejándose en el gesto de acariciar una de sus sienes con desesperación.

Sin embargo, lo que más le distraía era la mirada intensa y fulminante de Adamas, clavada en él como una espada que atravesaba su concentración. El peso de esa mirada, cargada de expectativas y reproches, era una losa sobre sus hombros, dificultando aún más su intento de centrarse en los asuntos que requerían su atención.

Con un suspiro resignado, finalmente cedió a la presión que emanaba de su hermano menor, consciente de que no había escapatoria a su inminente regaño. Sabía que Adamas no se andaría con rodeos y que su reprimenda sería contundente, pero también sabía que era merecida.

Aunque le pesara admitirlo.

—Ya escúpelo— expresó en un tono resignado, dejando escapar esas palabras como una rendición ante lo inevitable.

—La dejaste a su suerte, Hades— las palabras contundentes de Adamas perforaron implacablemente el corazón de Hades —la abandonaste por completo, simplemente por no establecer límites con esa exasperante mujer— se aproximó a él, golpeando con fuerza la superficie del escritorio de Hades.

El de cabellos plateados no levantó la mirada ni por un instante, reconociendo su error. Había dejado a la mujer sola debido a su incapacidad para establecer límites con Zeus, Perséfone o hermanos en general.

—Si me lo preguntas, desconozco por completo lo que pasa por tu mente. Has tenido sentimientos por Helia desde que eras un niño, ¿nunca consideras tus propios sentimientos, verdad? Te preocupas por nosotros, pero nunca por ti mismo— Adamas lo observó seriamente, exhalando un profundo suspiro —pero no importa, no hay remedio para ti. Tal vez seas bueno en la guerra, pero eres pésimo para expresar lo que sientes— se dirigió hacia la puerta con el ceño fruncido —fuiste demasiado cobarde para confesar tus sentimientos hace mucho tiempo y seguirás siéndolo. Tuviste una nueva oportunidad y la estás desaprovechando— se giró una última vez hacia su hermano mayor, mirándolo con molestia —cásate con Perséfone si así lo deseas y haz lo que te plazca—

Etuvo a punto de abandonar la estancia, pero se detuvo abruptamente al escuchar las repentinas palabras de Hades.

—Me complace saber que te preocupas por ella— musitó Hades con una sonrisa melancólica, acariciando con sus dedos uno de los antiguos pergaminos que reposaban frente a él.

—Cuidó de nosotros cuando no tenía ninguna obligación de hacerlo, incluso sabiendo lo difíciles que éramos. Preocuparme por ella es lo mínimo que puedo hacer. Si me preguntas, es como una hermana mayor para mí— añadió con una sonrisa amarga antes de desvanecerse tras la puerta.

Hades bajó la mirada, dejando que las palabras de su hermano menor se grabaran en lo más profundo de su mente.

Desde la comodidad de su posición, Hades la observó de reojo, sin dejar de sostener el libro en su mano derecha que había llevado consigo en un intento de liberar su mente de las preocupaciones que la asediaban. Sin embargo, las palabras impresas en sus páginas parecían perderse en la nebulosa de sus pensamientos. Fue entonces cuando sus ojos se posaron con mayor detenimiento en Helia, quien se encontraba inmersa en su propio mundo de creación.

━━𝐏𝐑𝐎𝐌𝐈𝐒𝐄 《Hades》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora