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La carta se deslizó suavemente hacia el suelo, interrumpiendo el paso grácil de Helia. En ese instante, el tiempo pareció detenerse mientras ella, con elegancia y delicadeza, se inclinaba para recogerla. Pero antes de que pudiera alcanzarla, una mano misteriosa se adelantó, truncando su gesto y provocando que su ceño se frunciera en una expresión de desconcierto. Su mirada se encontró con la silueta imponente de su padre, quien, con una sola ceja arqueada y una mirada penetrante, examinaba con interés el sello del inframundo impreso en la carta. Los ojos dorados de Helios, como dos luceros brillantes en la noche, recorrieron discretamente el nombre del destinatario, pero pronto volvieron su atención hacia su hija, como si buscaran respuestas en el reflejo de su mirada.

—Conque Hades, ¿eh?— susurró con una voz llena de misterio y su semblante estoico apenas dejó entrever la sorpresa que se agitaba en su interior. Con una elegancia impecable, devolvió la carta a Helia, quien la recibió con cautela y la guardó rápidamente en el resguardo de su pecho. Un destello de curiosidad se reflejó en los ojos del titán, mientras se adentraba en un mar de pensamientos —No sabía que seguían en contacto— añadió, dejando escapar un suspiro cargado de incógnitas que flotaban en el aire, como sombras danzantes en la penumbra.

—Así es— aseveró ella, su voz resonando tajante en el aire.

Desvió su mirada con un destello de descontento, incapaz de ocultar su insatisfacción por tener que convivir con su padre. Para su extraña sorpresa, él había decidido prolongar su visita en la isla de Trinacria por unos días más.

Helios se cruzó de brazos, apreciando la tensión palpable en el ambiente, consciente de que su presencia no era precisamente bienvenida, al menos no por parte de su hija mayor. Ladeó su cabeza, permitiendo que su cabellera dorada y ondulada se meciera en una danza caprichosa al compás de la brisa que había surgido en aquel lugar.

—Que extraño, recuerdo que habían cortado todos los lazos hace muchos años— prosiguió, dejando entrever su descontento en el tono de su voz, que resonaba con un matiz de amargura y nostalgia entrelazados.

—¿Qué tramas, padre?— Helia fue directo al grano, su expresión severa y determinada se dirigió hacia su progenitor, desafiante y sin reservas—nunca te has quedado tanto tiempo y mucho menos has mostrado interés en nuestras vidas. ¿Acaso ahora tienes la intención de concertar un matrimonio para una de mis hermanas?— arqueó una ceja con desconfianza, buscando respuestas en los ojos de su padre.

—¿Acaso no puedo visitar a mis hijas de vez en cuando?— replicó Helios con el ceño fruncido, estando a la defensiva —de todos modos, solo te advierto... involucrarse con alguno de los hermanos olímpicos nunca acaba bien— le recordó con solemnidad, pasando junto a ella con paso firme, dejando una estela de misterio a su paso.

Las palabras de Helios resonaron en la mente de Helia, provocando que una pregunta se formara en sus labios. Lo detuvo, obligándolo a voltear hacia ella sobre su hombro.

—¿Esa es una de las razones por las que te mantuviste neutral en la titanomaquia?— inquirió.

—Esa, y varias razones más—susurró, dejando que el misterio envolviera sus palabras antes de continuar su camino, dejando a Helia con más interrogantes que respuestas.

—Fue un gesto muy amable de su parte enseñarme su palacio— expresó Perséfone con una sonrisa resplandeciente, mientras inclinaba su grácil cabeza en señal de gratitud hacia Hades.

Zeus los acompañaba en aquel encuentro, siendo él el responsable de conducir a Perséfone al oscuro reino con la pésima excusa de "visitar a su hermano mayor". La hija de Deméter ansiaba verlo de nuevo, y Zeus aprovechó la ocasión para llevarla consigo. Hades los recibió sin chistar, conocedor de antemano sobre las verdaderas intenciones de su hermano menor.

━━𝐏𝐑𝐎𝐌𝐈𝐒𝐄 《Hades》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora