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Las divinidades se concentraban en aquel gran salón, entregadas a los placeres de la vida como solo los seres inmortales podían hacerlo. No era de extrañar que, de vez en cuando, se celebraran en aquel palacio fiestas memorables, cuyas invitaciones solo eran rechazadas por muy pocos.

El ambiente era festivo y alegre, y el aire estaba impregnado de un aroma embriagador. Las risas y las conversaciones animadas se mezclaban con el sonido de los instrumentos musicales, creando una sinfonía celestial que inundaba el espacio.

—Quizás fue un error aceptar la invitación—  susurró Faetusa, la más tímida y reservada de las tres.

La adorable y hermosa ninfa se arrepintió de haber aceptado la invitación a aquel lugar.

Después de todo, pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando el ganado de su padre, y rara vez tenía la oportunidad de disfrutar de la compañía de otros seres divinos.

Ahora, rodeada de dioses, se sentía abrumada y fuera de lugar.

—Tonterías— respondió Lampetia con firmeza, sin permitir que la timidez de Faetusa arruinara su noche —No tenemos muchas oportunidades de divertirnos, así que merecemos aprovechar esto al máximo— aseguró, echando una mirada desafiante a su hermana.

Y sin más preámbulos, la mujer se despidió y se sumergió en la multitud, animada por la emoción de la noche.

Helia, en cambio, suspiró con cansancio, sintiendo que su entusiasmo por la fiesta se desvanecía con cada minuto que pasaba. A diferencia de Lampetia, ella no se sentía cómoda en medio de tantos dioses ajenos a su pequeño círculo de amistades, y prefería pasar la noche en un lugar más tranquilo y acogedor.

Con una sonrisa forzada y en compañía de Faetusa, se dispuso a buscar algún rincón apartado donde pudiera descansar y disfrutar de la música sin sentirse abrumada por la multitud.

Helia miró a su alrededor, reconociendo algunas caras familiares entre las deidades que se encontraban en la fiesta. Hermes, con su habitual elegancia y porte, atendía a la multitud, moviéndose con agilidad entre los invitados y repartiendo una sonrisa a cada uno de ellos.

Afrodita también se encontraba en la fiesta, irradiando luz y belleza con cada uno de sus movimientos.

Apolo tocaba su lira con maestría, creando una melodía celestial que hacía vibrar el ambiente. Su melliza, Artemisa en cambio, se mantenía serena y distante, observando la fiesta desde un rincón apartado, como si no quisiera mezclarse con la multitud.

Helia se giró hacia su hermana con la intención de hablarle y tratar de hacerla sentir más cómoda. Pero antes de que pudiera decir nada, algo llamó la atención de la pelirosa, haciendo que sus mejillas se tiñeran de un suave carmesí.

—Debo hacer algo— anunció con cierta urgencia, antes de desaparecer entre la multitud, dejando a Helia más confundida que antes.

Con un suspiro impregnado de resignación, Helia se sintió ahogada por la atmósfera cargada y decidió buscar el consuelo del aire fresco. En un instante, la música que antes retumbaba en sus oídos se desvaneció en la distancia, mientras que la suave brisa nocturna acariciaba con delicadeza su rostro. Con paso pausado, Helia se sentó en una de las escaleras principales, hundiéndose en sus pensamientos más profundos.

—Siempre has odiado estas cosas, ¿no es así?—

Los ojos de Helia se abrieron desmesuradamente al reconocer la voz que se dirigía a ella, y al alzar la mirada, pudo apreciar la figura de Hades, quien la observaba con una ligera sonrisa. La presencia del rey del inframundo en aquella fiesta resultaba desconcertante, pues se sabía que evitaba tales eventos por múltiples motivos. La sorpresa y la alegría se entremezclaron en el corazón de Helia ante la presencia de su mejor amigo.

━━𝐏𝐑𝐎𝐌𝐈𝐒𝐄 《Hades》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora